Que placentero y cómodo nos resulta estar en nuestro hogar. Llegamos del trabajo, nos vestimos con ropa liviana, nos sacamos los zapatos y nos ponemos calzado confortable. Allí estamos tranquilos y deseamos que nadie venga a tocar el timbre porque sentimos que no tenemos más energía para poder atender a una visita. En ese lugar nos sentimos seguros, estamos protegidos, no experimentamos miedo.
Así funciona la zona de confort. Esta zona es aquel lugar mental en el que permanecemos porque nos es cómodo, seguro, no hay riesgos, no nos demanda energía, nada malo nos sucede, allí todo se puede volver rutinario, igual que en casa. Pero también este lugar nos lleva a repetir modelos aprendidos y nos limita. Imagínense ¿Qué podría pasar si seguimos respondiendo a nivel del pensamiento, desde lo psicológico, desde lo emocional igual que en la infancia? ¿Cómo sería nuestra vida?
Porque es importante saber que para crecer y responder a las nuevas demandas de cada uno de nuestros momentos vitales es necesario atravesar nuevos desafíos que nos obliguen a poner en juego nuevos recursos que podemos hasta desconocer de nosotros mismos.
¿Entonces es mala esta zona de confort?
No necesariamente.
Ya que en ese modo de funcionamiento somos expertos, aficionados y ahorramos energía para otras situaciones que la requieran. Allí no hay cuestionamientos, ni inquietudes, ni flexibilidad, solo certezas. Y es esencial para adaptarnos a las circunstancias que se nos presentan, para mejorar nuestra calidad de vida y desarrollar nuevas habilidades cuestionar estos caminos aprendidos y repetidos por nosotros. Este piloto automático puede ser desde ir al mismo comercio a comprar, llevar a cabo mis actividades diarias sin innovar, hasta permanecer en la queja por una pareja, un amigo, un familiar un jefe o un trabajo. Es esencial entender que la zona de confort no siempre es agradable. A veces permanecemos en situaciones que no nos gustan y preferimos esa incomodidad por sobre algo nuevo simplemente porque nos es familiar y lo desconocido nos da miedo.
Sin embargo, todos los días debo salir de casa a trabajar, responder a los distintos compromisos que asumí o simplemente abrir la puerta porque una visita llega y eso requiere muchas veces salir de la comodidad del hogar, ponerme lo mejor que me queda y salir a enfrentar los desafíos que el día que se asoma me plantea. También de esa manera funciona la zona de confort. Debo salir “de casa” para aprender cosas nuevas y ampliar mi zona de comodidad y en ocasiones debo volver “a casa” porque necesito mayor seguridad o simplemente desplegar la experiencia aprendida de situaciones que ya me son conocidas.
La vida cotidiana nos pone a prueba permanentemente. Estos desafíos nos provocan estrés, activan en nosotros una alarma interior que nos lleva a sentir que no tenemos la capacidad para responder a esto nuevo.
¿Y entonces por qué permanecemos ahí incluso cuando puede tratarse de algo que nos hace mal?
Nuestro cerebro siempre tenderá a lo familiar y lo conocido. Necesita de certezas. Esto es algo instintivo, ya que busca siempre utilizar la menor energía posible para responder a las demandas diarias. Para él un cambio genera incertidumbre y lo vive como amenaza. Por eso es fundamental entender que salir de la zona de confort va en contra de nuestros instintos, es una cuestión de supervivencia. La buena noticia es que el ser humano cuenta con la capacidad de domar estos instintos e ir más allá en busca de su bienestar, su felicidad y una mejor calidad de vida. El mismo tiene la capacidad de analizar sus propios actos y aprender de ellos, de crear nuevos caminos neuronales.
Ahora que sabemos esto podemos entender porque instintivamente buscamos lo seguro, lo cómodo y nos resistimos al cambio. El secreto es no pelearnos con este modo de funcionar desde lo instintivo y emocional sino saber que podemos ir más allá. Podemos reflexionar, planificar y crear nuevos modos de responder a las situaciones que se presentan, podemos cambiar a medida que pasan los años nuestra forma de pensar o encarar una situación.
¿Entonces qué debo hacer para salir de mi zona de confort?
- Primero es esencial IDENTIFICAR MI MOTIVACIÓN DE CAMBIO. Si ese cambio es necesario por necesidad extrema, una enfermedad, algo disruptivo, si me motiva la insatisfacción o simplemente un deseo, sueño, meta u objetivo que me gustaría conseguir. Tener en clara mi motivación me permite ir hacia el objetivo poniendo en juego y desplegando todos los recursos que tengo disponibles en pos de obtener buenos resultados.
- Es importante OBSERVAR QUE ES LO QUE NOS LIMITA. ¿Qué es aquello que hace que nos resistamos al cambio, que nos hace volver a lo seguro? Observar si el origen es una manera distorsionada de interpretar la situación o puede ser el miedo lo que nos paraliza. Determinar si lo que nos está limitando son nuestras experiencias previas o si lo que nos condiciona son las opiniones y críticas externas que nos impulsan a ir a lo conocido. Por ejemplo, siempre quise hacer un curso de costura, pero no soy hábil con las manos, ¿qué pasaría si descubro que soy eficaz para esta tarea?
- Es esencial para salir de esta zona de confort ANIMARSE AL DESAFÍO, confiar en nuestros recursos, nuestras metas, nuestros deseos para poder lograr hacer lo que hoy nos parece imposible y dejar de ser esclavos de nuestras propias limitaciones. Visualizar el desafío como una oportunidad y no como una exigencia u obligación.
- Debemos ATRAVESAR EL MIEDO. Es cierto que el miedo, esta emoción tan primitiva, nos lleva a volver a lo seguro y conocido, recuerden que así opera nuestro cerebro. Sin embargo, debemos saber que la única manera de ampliar nuestra zona de confort y enriquecernos, para aprender y lograr una mejor versión de nosotros mismos es necesario atravesarlo. Este miedo hace que sintamos que no podemos avanzar, nos da inseguridad, inestabilidad, generando en nosotros ansiedad y estrés, llevándonos a pensar que el desafío es muy alto para nuestras capacidades y nos hace volver al piloto automático. Como dijimos con anterioridad como seres humanos que somos también podemos reflexionar sobre la posibilidad de que este desafío sea mejor para nosotros y para muestra propia superación. Si podemos atravesar este miedo y todo lo que eso nos lleva a sentir, y llegamos a esta zona de aprendizaje, de cambio, nos encontramos con el progreso. Así se amplía la visión del mundo, se adquieren o se modifican hábitos, se incorporan conocimientos y habilidades, se exploran lugares desconocidos, se producen nuevas sensaciones, se enriquecen nuestros puntos de vistas, se observa, se experimenta, se compara, en definitiva se aprende.
- Es muy importante para salir de la zona de confort PONER EL FOCO EN NUESTRO POTENCIAL. Tener confianza en nuestras habilidades, en nuestros recursos y para esto debemos revisar nuestra historia personal, repasar nuestros logros, buscar nuestros talentos y nuestras capacidades. Si mi deseo es hacer una carrera profesional pero siempre me dije que fui malo para el estudio. ¿Preguntarme siempre fui malo? Encontrar hechos que refuten esta afirmación y me lleven a validarme.
- Es esencial poder VISUALIZAR BUENOS RESULTADOS. Imaginar el objetivo cumplido tal como lo deseamos y no distraernos con toda la rumiación mental que nos hacer perdernos y sacar el foco de la meta.
- Asimismo es fundamental ORGANIZARNOS, es decir, establecer expectativas claras sobre nuestros objetivos. Descomponer el mismo en etapas pequeñas y fáciles de realizar. No ir al todo o nada, o soy un guitarrista famoso o no toco la guitarra, esto nos enfrenta con la frustración. Debemos ir paso a paso, para reducir el nivel de incertidumbre, y vivir esta situación que nos pone a prueba como menos amenazante. Por ejemplo, mi objetivo es correr una maratón y me inscribo en una de 10 km, cuando nunca antes corri una, sería recomendable anotarme en una de 3 km e ir fortaleciendo mi resistencia física antes de correr en una maratón tan larga.
Es bueno entrar y salir de esta zona de confort. Ser flexibles. Ampliarla, es cambiar, es animarme a descubrir nuevos recursos. Desde lo más simple hasta lo más complejo y estructurado. Romper con nuestros condicionamientos, desde “me encantaría probar nuevas comidas pero siempre fui mañero”, ¿Y si me animo a experimentar el placer que me genera descubrir nuevos sabores por sobre esta etiqueta que me puse de “el mañero”? Si cambio el camino para llegar al trabajo que lo hago “en automático” ¿Y descubro un paisaje que me hace llegar con otra predisposición a trabajar aunque sea más largo el camino?. Estos condicionamientos llegan hasta algo más complejo como una modalidad de vincularnos con el otro, como modelo aprendido, rígido y repetido automáticamente. Aun cuando este modo de vincularnos pueda tener un costo muy alto generándonos angustia, malestar, síntomas y tensión, es decir, estrés. ¿Y si nos desafiamos a construir vínculos más sanos para nosotros en donde el otro y yo mismo descubramos experiencias nuevas y más enriquecedoras.
Cuantas veces escuchamos decir o decirnos “mejor malo conocido que bueno por conocer”. Esto no tiene porqué ser así, a veces eso conocido nos hace infelices nos lleva a no desplegar lo mejor de nosotros mismos.
El gran desafío es estar “en casa” cuando lo necesitemos y animarnos a atravesar el miedo que nos genera salir “de casa”, cuando las situaciones lo requieran o lo necesitemos, rompiendo con nuestras certezas, descubriendo cosas nuevas, logrando así cambiar, superarnos, trascender y ser felices en cada momento de nuestra vida.
Lic. Marianela Pía Bonomi