De nuestra autoestima depende cómo nos valoramos a nosotros mismos, nuestras percepciones y creencias sobre lo que somos y lo que somos capaces de hacer. Sin embargo, la autoestima tiene poco que ver con nuestro talento real o nuestra capacidad, pero constituye la piedra angular sobre la que podemos superarnos a nosotros mismos.
Las personas con baja autoestima o con una visión pobre sobre sí mismos y sus capacidades pensarán: ¿Superarme? ¿Para qué? Otros se atascarán en el punto de sentirse incapaces para ir más allá, echándole la culpa a su situación o entorno. Pero todos hemos de saber que superarnos a nosotros mismos es posible siempre.
¿Hasta dónde puedo llegar?
Solo conociéndote a ti mismo y explorando tus talentos serás capaz de empezar a desarrollar todo tu potencial. Pero ese potencial que espera para salir puede estar reprimido por la falta de seguridad en ti mismo, por una autoestima enferma.
Sin embargo, en ese proceso de exploración de nuestros talentos no tenemos más remedio que enfrentarnos al peor de nuestros miedos: nosotros mismos. A una imagen en la que están concatenadas nuestras limitaciones, nuestro pasado, nuestras heridas, nuestra particular forma de ser. Las dudas sobre si vamos a encajar, si vamos a poder hacer algo o si lo que arrastramos en nuestra mochila emocional nos va a dejar avanzar nos asusta.
Solo atreviéndote a ser tú, aceptándote como eres y amándote de manera incondicional podrás empezar a sanar tu autoestima y, en consecuencia, estar en condiciones de desplegar tu potencial.
Haz las paces contigo mismo: acepta tus debilidades
Una autoestima sana implica ser conscientes tanto de nuestras fortalezas como de nuestras debilidades. Aceptar ambas es lo que nos hace posible que nos amemos, incluso lo que nos hace «amables» a los demás. Todo lo que llevamos dentro forma parte de nosotros. Reconocer nuestra debilidad nos da fuerza para superarnos. No hacerlo nos hace vulnerables.
Hacer las paces contigo mismo te libera de limitaciones autoimpuestas o aceptadas que llegan de otros. Hacer las paces con uno mismo implica aceptar esas debilidades, apoyarse en ellas para dar ese primer paso hacia la superación personal.
Lo que piensen los demás de ti no es asunto tuyo
Nadie es un billete de 10 euros que agrade a todo el mundo. Intentar satisfacer a todo el mundo es una tarea inútil, especialmente si olvidamos que los primeros que tenemos que estar orgullosos de nuestras acciones somos nosotros mismos. Por mucho que los demás digan y opinen, al final cada uno anda su camino. Tu camino, tu vida, eso sí es asunto tuyo. Lo que piensen los demás sobre ti es asunto de ellos.
No es fácil superar el miedo la mirada social, el miedo al rechazo, al qué dirán, a los obstáculos que eso pondrá en tu camino. Pero lo que los demás digan y opinen solo tiene el poder real que tú le quieras otorgar.
Mira hacia tu interior y elige a quién quieres satisfacer: a los espectadores o al actor. Cuando lo hagas ten presente que tu vida no es una obra de teatro con un guión determinado por un escritor que busca satisfacer al público que paga la entrada.
No olvides que mucha gente solo verá una versión limitada de ti. Nadie mejor que tú puede conocer tus motivos, tus metas, tus esfuerzos. Y no nos olvidemos de la envidia, que convierte a personas con baja autoestima o pobres valores en seres rastreros que solo miden su éxito en la medida en que están por encima de los demás, aunque para ello tengan que derrivarlos.
No dejes que eso te afecte. Superarte a ti mismo pasa por superar la mirada de los demás, viéndote como eres y como quieres ser.
Por: Eva Maria Rodríguez