“¡Anímate, la vida continúa!”. Expresiones como estas demuestran que nuestra sociedad sigue sin entender ni dejar espacio a realidades tan duras como la depresión o los duelos. Porque el tiempo, para quien está sufriendo, permanece estancado…
“Supéralo ya, la vida continúa y no puedes estar siempre así“. Pocos comentarios, aún hechos con buena intención, pueden ser tan contraproducentes como desafortunados. A estas alturas, todavía abundan los que piensan que la depresión, la ansiedad, los duelos o las simples decepciones tienen una cuota limitada de suscripción. Como si el sufrimiento tuviera un inicio y un final normativo e igual para todos.
Así es. A muchos de nosotros, nos han dirigido esta misma frase en más de una ocasión y lejos de recibirla con aceptación, lo que ha hecho es incrementar más el malestar. De pronto, nos vemos presionados por nuestro entorno a alzar el rostro cuanto antes y a retirarnos de nuestros rincones privados de introspección y recuperación para acelerar ese proceso de sanación lo antes posible.
Porque la vida aprieta, porque familia, amigos o pareja esperan nuestro retorno y que seamos los mismos de siempre. La sociedad, como bien sabemos, sigue sin dejar espacio al dolor en cualquiera de sus formas. No lo entiende y nos empuja casi a la fuerza, a tener que esconder el malestar debajo de las alfombras mentales para colocarnos una máscara después, esa con la que aparentar que todo va bien, que todo está superado…
“Supéralo ya, la vida continúa”: ¿por qué no debemos usar este tipo de expresiones?
“Anímate, la vida continúa. Supéralo ya, deja de pensar de una vez en el pasado. Todo pasa por una razón. Deja de pensar en ello y verás como todo se te pasa. El sol siempre brilla para quien busca la luz.
Lo que no te mata te hace más fuerte”. Podríamos dar más ejemplos de todas esas florituras verbales y desacertadas expresiones que nutren muchas de nuestras estrategias para dar ánimos a alguien.
Algo que debemos entender sobre el tema del apoyo y el consuelo es que esta es una de las materias más difíciles y complicadas. En realidad, la capacidad de saber apoyar a alguien requiere de inteligencia y no solo de buenas intenciones.
El apoyo emocional auténtico, sanador y catártico pasa por la capacidad de saber crear un clima de confianza y serenidad con el que reducir miedos y ansiedades (Elsass, Duedahl et Cols, 1987).
Sin embargo, en nuestro lenguaje cotidiano siguen pensando en exceso esas metáforas equivocadas que tienen un efecto lesivo sobre la salud psicológica. Lo analizamos.
Hay sufrimientos que pueden durar toda una vida, aunque aprendamos a convivir con ellos
Todos hemos oído hablar de las fases del duelo establecidas por la psiquiatra Elizabeth Kübler-Ross. Su modelo psicológico sobre cómo superar las pérdidas nos enseñó que hay que llevar a cabo un proceso de cinco etapas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.
De algún modo, hemos interiorizado que llega un momento, casi normativo, en el que uno termina aceptando lo sucedido. Quizá, por ello, nos señalen a menudo eso de “supéralo ya, la vida continúa, acéptalo”. Sin embargo, en las últimas décadas el modelo de Kübler-Ross se ha puesto en duda ante las evidencias: ningún duelo es lineal. No todas las personas pasan por estas etapas ni lo hacen en el mismo orden.
La superación del sufrimiento no sigue una línea recta; a veces es más bien una espiral en la que el sufrimiento va y viene. Así, y aunque finalmente uno aprende a vivir con ciertas cosas, hay hechos que posiblemente nunca terminen de aceptarse. Es más, figuras como la psicóloga Hope Edelman nos ofrece una visión más ajustada y realista sobre lo que son los duelos en libros como The AfterDrief: Finding Your Way Along the Long Arc of Loss.
También Carol Travis, psicóloga y autora de trabajos como Por qué justificamos creencias tontas, nos señala lo siguiente:
Este tipo de teorías incitan al error y al sufrimiento al imponernos lo que deberíamos sentir. Debemos tener mucho cuidado con todo tipo de terapia que nos haga creer que el dolor pasa por una serie de etapas fijas e inevitables.
Cada uno tiene sus tiempos, acelerar etapas es contraproducente
¿Cuántas veces nos han dicho aquello de “no estés triste, supéralo ya”? La verdad es que lo llevamos escuchando desde la infancia. Buena parte del entorno nos ha inculcado esa necesidad por echar cuanto antes los malestares, nos han convencido incluso de que dejar de llorar es de valientes, cuando la valentía, en realidad, reside en entender lo que duele y saber manejarlo, no huir de ello.
Asimismo, hay un hecho que no podemos dejar de lado. Cada persona transita, gestiona y experimenta el dolor emocional de una manera particular. Lo último que debemos hacer es empeñarnos en que aceleren sus tiempos.
Al fin y al cabo, la vida no es un lienzo de colores vibrantes y amables tonos pastel, en ella hay tonalidades grises y también oscuras. Dejar espacio al sufrimiento y aceptar su presencia nos hace más humanos.
“Supéralo ya, la vida continúa“: ¿cómo responder ante estos comentarios?
¿Cómo debemos actuar ante quien nos insiste con el clásico “supéralo ya“? Bien, algo que debemos entender es que quien se empeña en que salgamos cuanto antes de ese estado, no nos está respetando. No importa que lo haga con buena intención, su actitud es la equivocada. Lo que debemos hacer es exigir respeto y clarificar cuál es la mejor manera en que pueden apoyarnos.
“Quiero que estés cerca pero sin juzgarme, sin decirme qué debo o qué no debo hacer. Deseo sentir que me apoyas, pero sin invadir mi espacio criticándome porque aún no puedo ser actuar o responder como tú deseas. Debes darme tiempo, porque sé que mi depresión, mi duelo, mi sufrimiento o decepción es un proceso, no un estado. Llegará un día en que podré de nuevo con todo, pero hoy no. Hoy solo necesito calma”.
Para concluir solo cabe insistir en un aspecto. Entender en qué se basa el apoyo emocional sigue siendo nuestra materia pendiente. Como también lo es comprender mucho más qué es la tristeza, qué es la depresión o cómo de particular es afrontar la pérdida de un ser querido. Cada persona es un mundo y todos merecemos respeto y una infinita comprensión.
Por: Psicóloga Valeria Sabater