Nuestras emociones también nos sobrecargan en el actual contexto, llenándonos de apatía, de una bruma mental en la que falla la concentración y aparece incluso el agotamiento físico. Las emociones hablan y debemos atenderlas más que nunca.
La sobrecarga emocional durante la pandemia es una realidad psicológica que empieza a vivirse con frecuencia. Entendemos esta dimensión como una saturación de sentimientos, pensamientos y sensaciones que derivan en agotamiento mental y físico. Es una experiencia abrumadora que puede intensificarse con los días si no se toman medidas de afrontamiento adecuadas.
Decía Carl Jung que la mente humana no oscila entre lo correcto o lo incorrecto, sino entre el sentido y el sin sentido. Así es, y más en épocas de dificultad, de crisis e incertidumbre como la marcada por la actual pandemia.
En estos momentos es completamente normal que caigamos en pensamientos filtrados por el miedo, un miedo comprensible pero que, en ocasiones, tapiza nuestra realidad y alza muros sin dejar espacio a la esperanza.
Si a ello le añadimos el flujo constante de información, datos, cifras y las incertezas ante el futuro más próximo, tenemos por tanto ese caldo de cultivo en el que oscilar de un enfoque relajado a ese donde la aguja de la ansiedad ya lo enhebra todo.
Sentir esa bruma caótica de las emociones colapsando nuestros días es casi esperable, pero debemos mantener el control en la medida de lo posible.
Sobrecarga emocional durante la pandemia ¿cuáles son los síntomas?
La sobrecarga emocional durante la pandemia puede tener dos orígenes. El primero y más severo puede surgir a raíz de una vivencia traumática, como puede ser, la pérdida de un familiar a causa del coronavirus. La combinación de emociones, el sufrimiento y la dificultad evidente de realizar un duelo dadas las actuales circunstancias incrementa esta realidad psicológica.
Por otro lado, esa saturación de emociones es bastante común entre los profesionales de la salud. Nuestros sanitarios viven en primera línea los efectos de esta pandemia, además de una clara sobrecarga, y sufren a menudo fatiga por compasión.
Asimismo, la sobrecarga emocional durante la pandemia puede surgir a partir de una acumulación constante de pequeñas situaciones. Ese estrés cotidiano, esas preocupaciones que se acumulan y esos días que se parecen en exceso los unos a los otros nos hacen caer en este abismo tan común. Veamos cuáles son los síntomas.
¿Cómo saber si sufro sobrecarga emocional?
Reaccionas de manera desproporcionada ante situaciones comunes. Por ejemplo, hay quien al volver de casa tras haber ido de compras y no encontrar las llaves en el bolso experimenta una sensación de pánico.
- También son comunes las dificultades para concentrarse y realizar tareas simples.
- Nos cuesta mantener una conversación normal con familiares o amigos. Es como si los demás estuvieran en otra frecuencia, una donde sentirte incomprendido y hasta enfadado.
- Las emociones están siempre a flor de piel. Sientes ganas de llorar por cualquier cosa, te enfadas por nada y la apatía es esa constante que no te permite distraerte con nada.
- Por otro lado, hay un efecto evidente de la sobrecarga emocional: el cansancio físico. El agotamiento es tan intenso que a veces hasta te preguntas si no te habrás contagiado del COVID-19.
¿Cómo puedo manejar los efectos de la sobrecarga emocional en el actual contexto?
La sobrecarga emocional durante la pandemia nos avisa de algo evidente: nuestras emociones están hablando y necesitan nuestra atención. El objetivo, por tanto, no es extinguir esta bruma emocional mediante la negación o mediante un enfoque lógico donde decirnos aquello de «tengo que centrarme y controlarme o se me irá la cabeza».
No es momento de ser duros con nosotros. Las emociones dan significado a la experiencia, son el patrimonio de la biología humana y deben integrarse mediante la aceptación. Solo así navegaremos mejor durante estos días complicados.
Aceptación y espacio para cada emoción sentida
No desplaces, no vetes, no te sanciones ni vuelvas el rostro hacia esa bruma emocional. Visualízala como un ovillo en el que se hallan enredados varios hilos de colores. Debes separarlos uno por uno e identificarlos, darles nombre. ¿Qué es lo que siento? Tristeza, angustia, miedo, frustración, nostalgia…
Desgrana, da espacio y lugar a cada sentimiento y acéptate sin criticarte por cómo te sientes. Esas emociones quieren de ti que te permitas tiempo para hablar con ellas, con compasión.
Toma conciencia de tu razonamiento emocional
Una de las causas por las que surge esta sobrecarga emocional durante la pandemia es por el razonamiento emocional que hacemos de cada cosa que oímos, pensamos o vemos.
- Podemos dar varios ejemplos. Si ante cada cifra de contagios o de pérdidas te dices que esto va cada vez peor, que no hay salida y que cada día es más angustiante, estás procesando la realidad a través de las emociones más adversas. Y es algo que debes controlar.
- Si te repites a ti mismo cosas como «es que no puedo más con mi ansiedad», le das un poder excesivo al cerebro emocional y a esa amígdala que solo anticipa riesgos y fatalidades.
- Debes restar poder a ese filtro emocional, reducirlo, hacerlo más pequeño. Sitúate ante la puerta de tus pensamientos y haz de guardián: no permitas la entrada a ideas y verbalizaciones que empeoran la visión que tienes sobre las cosas y sobre ti mismo.
Momentos de desconexión, espacios de calma
Sabemos que la sobrecarga emocional durante la pandemia es algo que podemos experimentar muchos de nosotros. Por ello, nunca está de más tener en cuenta unos sencillos consejos de supervivencia cotidiana.
- Regula la exposición a la información.
- Lleva un diario de emociones y pensamientos. Un cuaderno de bitácora donde tomar contacto con tu universo interno.
- Regálate instantes de calma en los que sumergirte en actividades placenteras, esas en las que el pensamiento descanse y las emociones positivas fluyan.
- Habla con personas que sepan escucharte. Personas que sumen y no que resten.
- Piensa en tu mente como en una habitación. Debe estar ordenada, debe entrar la luz en cada rincón, sin dejar nada oscuras y donde ninguna emoción sea encerrada o ignorada.
Para concluir, ante situaciones complicadas jamás debemos anticipar lo peor para intentar estar preparados. Esta fórmula no funciona y solo sirve para elevar la ansiedad y acrecentar la sobrecarga emocional.
En estas circunstancias, hay un ingrediente que siempre debe alimentar nuestros días, y no es otro que la esperanza. Trabajemos en estas ideas.
Por: Psicóloga Valeria Sabater