Dejar atrás las ansiedades es el primer paso para mejorar nuestra salud física y mental
El “vivir preocupado” hoy en día parece ser un sigo normal y acorde al mundo moderno. Sin embargo, este exceso de preocupaciones puede estar encubriendo un Trastorno de Ansiedad Generalizado (TAG), que perjudica nuestra salud física y emocional. Son padecimientos que indican que nuestro sistema de alarma no está funcionando bien y por eso es preciso que prestemos atención a nuestros síntomas.
Para entender mejor por qué nos preocupamos por todo, en todo momento, podemos imaginarnos que nuestro organismo es como una casa que está protegida por estos nuevos y modernos sistemas de alarma que parecen controlarlo todo. Ahora imaginemos que el sistema comienza a dar la señal de alerta varias veces en el día. Cada vez que comienza a sonar nos inquietamos, nos ponemos nerviosos y cuando nos dirigimos a ver qué es lo que ocurre descubrimos que en realidad el sistema se activa sin razón de peligro aparente, ya que nadie ha forzado la puerta ni entrado por alguna ventana, sólo sucedía que el gato del vecino se metió en el jardín.
El sistema no distingue la diferencia entre las dos situaciones, sólo realiza aquello para lo que fue programado: activarse ante cualquier tipo de situación que detecte como “peligrosa”. Eso mismo es lo que sucede en nuestro organismo cuando nuestro sistema de alerta no funciona bien, a pesar de que nosotros sí tenemos la capacidad de comprender y diferenciar si lo que está sucediendo a nuestro alrededor merece atención.
El sistema de alarma de nuestro organismo es la ansiedad. Nuestro cuerpo y nuestra mente reaccionan frente a la señal de alerta que se activa cuando nos sentimos amenazados o, menos aún, en una situación que no sabemos cómo resolver.
A nivel corporal comenzamos a sentir una serie de modificaciones que nos preparan para la acción: se acelera la frecuencia cardíaca, el ritmo de la respiración va en aumento, sudamos, junto con otros signos corporales. Paralelamente, nuestra mente comienza a idear pensamientos relacionados con respuestas de “ataque o huida”, típico de las situaciones más extremas, dado que a nivel cognitivo, comprendemos la situación como peligrosa o amenazante. Cuando este sistema no funciona correctamente, activamos la función de alarma muchas veces en el día, como sucedía con el gato en el jardín.
Por eso nos sentimos nerviosos, ansiosos, angustiados y abrumados por miles de preocupaciones que nos generan estrés y cansancio generalizado. Y es justamente ese exceso de preocupaciones lo que puede estar encubriendo un padecimiento más delicado: el Trastorno de Ansiedad Generalizado.
Casos y consecuencias
Ahora bien ¿por qué sucede esto? Porque nuestro sistema interno de alerta no está realizando una evaluación correcta de la situación que estamos viviendo y, como consecuencia, todo lo que nos sucede se convierte en un problema, todo es una preocupación: desde qué voy a preparar de cenar hasta un compromiso importante de trabajo.
Nos comenzamos a ahogar en un vaso de agua. Experimentamos pensamientos extremos de “todo o nada”, una autoexigencia exagerada y sentimos que no podemos resolver la situación, lo cual sigue aumentando nuestro nivel de ansiedad. S así como, de a poco, todo nuestro esquema de respuesta se va resintiendo, dañando, y nos resulta cada vez más complicado realizar una evaluación efectiva y realista de la situación que atravesamos.¿Cuál es la solución? La clave está en la modificación de nuestros esquemas de pensamiento, basados en sistemas de creencias muy arraigados (que nos conducen muchas veces a comprender erróneamente nuestro contexto) y en el manejo más saludable de las emociones. Estos aspectos son los principales conductores de nuestro accionar que, cuando se rigidizan sin permitir posibilidad de cambio, comprometen nuestro normal funcionamiento dentro del medio ambiente y contexto familiar.
Estos comportamientos repercuten de manera directa en nuestra vida cotidiana: nuestros amigos y familiares suelen sentir un gran desconcierto, lo que provoca cierto desequilibrio en el normal funcionamiento familiar.
Si alguna o muchas de estas situaciones nos resultan familiares, es muy importante que busquemos ayuda profesional especializada. Existen diversos tratamientos psicoterapéuticos exclusivamente diseñados para este tipo de trastornos. En un período a corto plazo, podemos incorporar nuevas herramientas y desarrollar nuevos recursos internos que nos permitan ordenar y reorganizar nuestras actividades y compromisos de la vida cotidiana, sin vivirlos como una situación de “vida o muerte”. De este modo, podemos alcanzar el alivio sintomático para nosotros como también para nuestros seres queridos.
Es central que comencemos a transformar esas “preocupaciones”, en “cuestiones a resolver”, aprendiendo a jerarquizarlas de acuerdo al grado de urgencia e importancia real que ocupan en nuestras vidas, y de esa manera resolverlas de manera efectiva para poder vivir la vida de una manera más saludable.