Llamamos padres helicóptero y mamás agenda, a aquellos progenitores que pretenden controlar y organizar vida de sus hijos por completo. Actúan con la mejor de las intenciones pero, sin duda, menoscaban la libertad de sus pequeños.
Un padre helicóptero o una mamá agenda revisa de manera constante las tareas, los deberes, los exámenes y las actividades de los niños, no dejando de atar ningún cabo o de programar cada minuto de la vida del pequeño.
Es guardián de cada dato y de cada obligación académica (y extra-académica) del niño, generando en ellos una dinámica de auténtica dependencia. Como consecuencia de esto, a los niños les cuesta más aprender a responsabilizarse de sus actividades, obligaciones e intereses.
Padres helicóptero y mamás agenda que dejan a sus hijos vacíos
Con esta actitud de sobreprotección y con el afán de crear una burbuja de las características descritas acabamos estimulando el “crecimiento” niños que no se conocen a sí mismos, que son incapaces de regular sus emociones y que ignoran sus necesidades y ambiciones.
Esta relación entre padres e hijos resulta tóxica, pues se encierra a los niños en una burbuja hiperprotectora que busca ser la más resistente de las armaduras, cuando en realidad es la mejor semilla de inseguridad que podemos plantar en ellos. Estos niños, además, están sobreestimulados, no toleran la frustración ni el aburrimiento ya que solo saben representar el papel pasivo al que han sido acostumbrados.
El origen del término se remonta al año 1969, cuando HaimGinnott escribió en su libro “BetweenParent&tennager”: “mi madre sobrevolaba sobre mí como si fuera un helicóptero”. Este fenómeno se ha ido extendiendo socialmente y hemos llegado hasta tal punto que muchos padres echan la culpa(injustamente) de las malas notas de sus hijos a los profesores.
Los padres helicóptero y mamás agenda:
- Toman decisiones por sus hijos en todos los ámbitos de su vida.
- Vigilan cada movimiento e intentan complacer a sus hijos por cada detalle y de manera inmediata.
- Resuelven los conflictos de sus hijos e intentan siempre darles soluciones.
- Hablan en plural: “¡Cuánto tenemos que estudiar en este tema!”, “¡Qué cantidad de deberes nos han puesto!”, etc.
Esa necesidad obsesiva de tenerlo todo bajo control acaba siendo devastadora para los padres, los cuales acaban extenuados. Intentan ofrecerles a sus pequeños una vida llena de perfección, amor y cuidado, ofreciéndoles todos los recursos a los que pueden acceder y evitando que cometan errores que por edad deberían cometer.
Ocurre que, al final, la realidad se impone y los castillos en el aire se desmoronan. Este tipo de relaciones acaban ahogando. Ambas partes terminan frustradas y extenuadas, provocando grandes complejos y problemas emocionales.
La hiperpaternidad que acaba reflejando la depresión y la ansiedad
Según distintos estudios, la puesta en práctica de este estilo de crianza hiperprotector tiene consecuencias nefastas a corto, medio y largo plazo: depresión, estrés y ansiedad. Un precio que no solo van a pagar los niños, sino también su padres.
Este deterioro responde al menoscabo de tres necesidades emocionales básicas: el sentimiento o la percepción de autonomía, el sentimiento o la percepción de competencia y el sentimiento o la percepción de sentirse conectado con otros, especialmente en la adolescencia y con los iguales. Así, todo aquello que limite el desarrollo y el crecimiento emocional trae unas consecuencias devastadoras a nivel personal y relacional.
A los niños hay que educarles con cariño y atención, basando las cantidades de cada uno en el sentido común. No podemos entrometernos en las distintas esferas que componen su vida ni responsabilizarnos de sus obligaciones, pues crecerán sintiéndose inútiles, incompetentes y dependientes y eso es precisamente lo opuesto a lo que deseamos.
Por: Raquel Aldana