Son diversas las situaciones que pueden llevar a un padre o a una madre a salir de la vida de sus hijos pero, ¿Cuántas emociones reprimidas pueden tener los hijos de padres ausentes emocionalmente? ¿Por qué mamá tiene que inventar historias extraordinarias sobre papá para no lastimar a sus hijos y viceversa?
Los padres ausentes emocionalmente son padres que más allá de su presencia física, no ejecutan ninguna función, delegando en su pareja la autoridad, la puesta de límites, el cuidado y el sostén emocional. Actúan como padres indirectos y provocan una ausencia psicológica capaz de originar en el niño distintas heridas emocionales.
Los padres ausentes emocionalmente dejan huellas en los hijos, como falta de ley o autoridad, o una identificación negativa con la figura paterna o materna. El hecho de crecer al lado de una figura materna o paterna que a pesar de estar, es incapaz de dar cariño o reconocimiento, deja vacío el corazón de un niño que está asentando las bases para construir su mundo.
“La mayor enfermedad hoy día no es la lepra ni la tuberculosis, sino más bien el sentirse no querido, no cuidado y abandonado por todos”.-Teresa de Calcuta-
¿Y si se escapan?
Una maestra de párvulos, observó que una niña de su clase se encontraba extrañamente triste y pensativa.
– ¿Qué es lo que te preocupa? – le preguntó.
A lo que la niña respondió:
– ¡Mis padres!
– Papá se pasa el día entero trabajando para que yo pueda vestirme, alimentarme y venir a la mejor escuela de la ciudad. Además hace horas extras para poder enviarme algún día a la universidad. Y mi mamá pasa el día cocinando, limpiando, lavando, planchando y haciendo compras para que yo no tenga de qué preocuparme.
– Entonces, ¿cuál es el problema? – dijo la profesora.
– Tengo miedo de que traten de escaparse – respondió la niña.
Consecuencias de crecer con padres ausentes emocionalmente
Los niños que crecen con padres ausentes emocionalmente son más propensos a desarrollar problemas de conducta. Estos problemas suelen ser, a menudo, un escudo que los niños usan para proteger sus más profundos sentimientos de abandono, miedo e inseguridad.
En estos estilos de crianza se suele producir un desapego afectivo que genera inseguridad a la hora de establecer relaciones. Hay desconfianza y, por ello, la idea de proyectar una gran carga afectiva en alguien genera miedo a ser traicionado, a no ser reconocido o, lo que es peor, a sentirse ignorado.
Todos estos vacíos pueden llevar a los niños criados en estos ambientes ausentes a convertirse en adultos emocionalmente dependientes al no atreverse a cortar determinados vínculos aunque les resulten negativos, por miedo al abandono o a sentirse solos. Prefieren aferrarse a la persona, aunque no les convenga, a tener que perder nuevamente a alguien.
Este modelo de crianza es tendente a establecer relaciones tóxicascon otras personas. En su necesidad por encontrar afecto y una figura paterna o materna, la persona puede integrarse en un núcleo social no deseable y tóxico del que ya no quiera o no pueda salir.
Los sentimientos de hostilidad suelen ser constantes a la hora de relacionarse con los demás o con uno mismo, siempre a la defensiva, esperando el ataque. Esto, sin duda, es una de las múltiples huellas de tener padres ausentes emocionalmente.
Contigo pero sin ti
A pesar de que en ocasiones los padres no tienen otra opción que la de pasar gran tiempo del día fuera del hogar y lejos de los hijos, es posible mantener esa conexión emocional necesaria. Es aconsejable que el poco tiempo que se esté con ellos sea exclusivamente para ellos, en cuerpo y mente. Se trata de una conexión padres-hijos, la más significativa de la historia de una persona.
Es necesario para la buena educación emocional de los hijos evitar pensar en pagar las cuentas, hacer las compras, entre otros, durante ese tiempo. Lo esencial es estar conectados y a su vez aprovechar momentos como una comida donde todos puedan estar presentes, o jugar un poco con sus hijos a lo que ellos prefieran.
Hay muchas actividades que no suponen la inversión excesiva de tiempo, como ayudarles a cocinar, poner la mesa, acomodar cosas en la casa, salir a caminar, ver una película, salir a una sala de juegos o ir a un parque. Todo va a depender de la calidad y la conexión que se dé con ellos.
Por: Marián Carrero Puerto