¿Qué da lugar a la rinitis alérgica? En este artículo intentamos responder a esta pregunta, tratando el problema como una enfermedad psicosomática.
Desde algunas corrientes de psicología y, en particular, desde el psicoanálisis, se ha planteado la tesis de que los sentimientos, deseos y conflictos reprimidos, cuando no son expresados, retornan en forma de problemas de salud. La rinitis alérgica, así como otras formas de alergia, parecen respaldar esta idea.
Se les llama enfermedades psicosomáticas a aquellas en las que una condición psicológica es determinante en un problema orgánico. Ese tipo de afecciones suelen ser muy resistentes a todo tipo de tratamientos médicos, encontrando alivio cuando se abordan desde el punto de vista mental. Ese parece ser el caso de la rinitis alérgica.
Las alergias son reacciones desproporcionadas del sistema inmunitariofrente a algún estímulo que no supone una amenaza. En la rinitis alérgica, el cuerpo reacciona instantáneamente a un determinado factor, liberando anticuerpos y generando con ello una inflamación en las mucosas. ¿Por qué ocurre esto desde el punto de vista psicosomático?
La rinitis alérgica
En la rinitis alérgica hay una inflamación de la mucosa de la fosa nasal. Quienes la padecen suelen sentir una obstrucción en su nariz, cosquilleo, picor y secreciones o goteos desde la nariz. Por lo general, esto se acompaña de estornudos y, muchas veces, de conjuntivitis. Se trata de una afección que no entraña grandes peligros, pero que sí afecta a la calidad de vida.
Con frecuencia, las personas que padecen rinitis alérgica también tienen dificultad para dormir. Así mismo, su vida social es afectada por la enfermedad, así como su capacidad de concentración y su bienestar en general. Los factores que la desencadenan son diversos: polen, polvo, pelos de animales, hongos, ácaros, etc.
Durante los últimos años han aumentado los casos de este tipo de rinitis. Tiene especial prevalencia en los niños y los adolescentes, pero también la sufre un importante número de adultos; por otro lado, la enfermedad tiende a desaparecer con la edad. Se estima que es un problema que afecta a un tercio de la población mundial en algún momento de la vida.
La rinitis y la mente
Según el psicoanalista Luis Chiozza, junto con Dahlke&Dethlefsen y otros autores, la respiración es una actividad muy ligada con las emociones. La rinitis alérgica, en particular, nos hablaría de abatimiento, tristeza y depresión. Chiozza señala que se trata de “una falta de aliento”. A su juicio, en el fondo hay una situación en la que una persona ha sido despojada de su aire, es decir, un “desaire”.
Desde ese punto de vista, la rinitis alérgica sería una respuesta no tanto a un factor alérgeno, sino a un desprecio o a una falta de apoyo percibida. Es como una especie de llanto que no llega a concretarse.
Así mismo, señala que puede estar relacionada con “falta de inspiración para producir de modo creativo”. La dificultad para inspirarse se manifiesta como dificultad para respirar.
Chiozza, y otros autores, también asocian la enfermedad con la necesidad de cariño materno o, en todo caso, de protección y amparo. Insisten en que las experiencias de angustia afectan la función respiratoria. Se refieren a situaciones como las pérdidas, el abandono, la vergüenza y la culpa.
En esta perspectiva, también han postulado la idea de que las personas con este tipo de alergias son extremadamente sensibles al contacto con la vida en general. Quisieran, específicamente, que en su vida no hubiese ni estímulos sexuales, ni estímulos agresivos. Concentran ese deseo de “esterilidad” en la nariz.
Una hipótesis desde las neurociencias
De manera reciente, las neurociencias también han hecho algunos avances en torno al estudio de las alergias y su relación con el mundo mental. Un trabajo publicado en Frontiers in Psychiatry habla de la relación entre rinitis alérgica y depresión. Para llegar a esa hipótesis, examinaron a 200.000 pacientes.
Entre ellos, alrededor del 70 % eran “sanos” y el porcentaje restante padecía de rinitis o de otras formas de alergia. Con base en varias pruebas, detectaron que entre los individuos “sanos” el riesgo de desarrollar un trastorno psiquiátrico era de un 6,7 %. En los alérgicos, este porcentaje era de un 10,8 %. En realidad no es una diferencia significativa, pero sí sugestiva.
Así mismo, concluyeron que los mecanismos propios de esas enfermedades inflamatorias son muy similares a los que producen las enfermedades psiquiátricas. Además de los estudios que llevaron a cabo con los pacientes, también notaron que en muchas ocasiones los medicamentos antiinflamatorios reducen los síntomas de depresión.
Por: Edith Sánchez