Cuando nuestra pareja vive en una continua frustración por lo que hacemos o decimos, nos enfrentamos a la intolerancia (aunque no nos atrevamos a llamarla así). Es más, esa baja resistencia a la frustración es una clara inmadurez emocional que a menudo, puede derivar en maltrato psicológico.
La intolerancia a la frustración en las relaciones de pareja es uno de los grandes caballos de batalla. Hay quien no acepta ciertas reacciones, decisiones o comportamientos del otro y exige un cambio. Cuando esto no sucede, surge el enfado, la ira y la frustración, porque cuando no hay tolerancia ni aceptación, se deriva en estas conductas claramente problemáticas.
Esta realidad no es nueva. La baja tolerancia a la frustración es una de las emociones más comunes y, a su vez, de las peor gestionadas por el ser humano. Algo que deberíamos haber superado ya en la infancia se arrastra en la vida adulta. Se carga como esa materia troncal de la vida de la que nunca nos volvimos a examinar. Y los estragos que causa pueden ser inmensos.
Por tanto, es fácil llegar a una relación de pareja con esa bomba incrustada en nuestro interior, esa que, a la mínima, estalla. Lo hace cuando encontramos cierta oposición, cuando algunas cosas no son como uno quiere y espera. Entonces, uno no solo demanda, sino que exige que esas realidades que no agradan, cambien, como el niño que no quiere comer verdura y pide el postre directamente.
Las situaciones que se pueden llegar a crear cuando alguien no sabe manejar su frustración tienen poco de cómicas. Genera discusiones, malestares, distancias y un impacto emocional inmenso. Si bien es cierto que todos deberíamos llegar al seno de una relación afectiva con la materia de la frustración ya superada, ese es uno de los problemas más recurrentes a día de hoy.
La intolerancia a la frustración en las relaciones de pareja, ¿cómo aparece?
Una persona que sabe manejar la frustración vive con menos estrés. Además, tiene una mejor conciencia de sus emociones y sabe encauzarlas, sosegarlas y usarlas a su favor. Lograr esta artesanía personal requiere tiempo, pero, una vez se logra, no solo cambia la vida, sino que también percibimos claras mejorías en nuestro trato con las personas.
Ahora bien, tal y como hemos señalado, la nula efectividad para manejar esta dimensión aparece cada vez con mayor frecuencia. Así, algo que deberíamos tener en cuenta, es un dato que nos señalan desde estudios como los llevados a cabo por el doctor John Dollar, de la Universidad de Londres (Reino Unido). En este trabajo, publicado en el 2013, se advertía de la clara relación entre la baja tolerancia a la frustración y el comportamiento agresivo.
Con conducta agresiva no se hace referencia en exclusiva a la posible violencia física. De hecho, la más común, la más recurrente es la psicológica, ahí donde las palabras y las actitudes coartan los derechos del otro. De este modo, la intolerancia a la frustración en las relaciones de pareja deriva a menudo en este último tipo de maltrato. Veamos por tanto cómo aparece.
Mis deseos son mis necesidades… y las quiero ya
La persona con baja frustración confunde deseos con necesidades; lo que quiere en un momento dado, lo quiere ya. En caso de no obtenerlo, aparece el reproche, la proyección de la culpa sobre la pareja y el mal humor.
Es más, en ocasiones suelen recurrir al silencio o a la ley del hielo, ahí donde ignorar al otro durante un tiempo. Conductas infantiles ejecutadas en personas adultas que traen como podemos imaginar, serias consecuencias.
Explosiones emocionales, lo que siento me controla y lo proyecto sobre ti
Otra característica de la intolerancia a la frustración en las relaciones de pareja es la incapacidad para manejar las emociones. De este modo, la persona que no sabe manejar esta realidad, vive hostigado constantemente por su propia ira, por la rabia y el enfado. Lejos de reconocer su incapacidad para controlar sus emociones, se limita a culpabilizar al otro de su malestar.
Si no haces lo que quiero te dejo
Cuando la persona dominada por la frustración no consigue lo que quiere amenaza con la ruptura. De hecho, las relaciones que lidian de manera constante con este problema, es común que lo hayan dejado varias veces y reiniciado su relación otras más. Es un círculo vicioso de desgaste y de chantajes, de proyección de culpas, de reproche y sufrimiento constante.
Vivo con una persona que no sabe manejar la frustración, ¿qué puedo hacer?
La vida con una persona que está eternamente frustrada tiene el sabor de la infelicidad. Estamos ante una personalidad inmadura y, alguien con este perfil, no solo dará forma a comportamientos inmaduros, sino que derivará a menudo en conductas pasivo-agresivas. Aparecerá el chantaje, el victimismo, la manipulación emocional, el reproche, el enfado constante…
Quien se frustra y acumula ira, porque no somos como se espera, no entiende de aceptación y tolerancia. Lo mejor en estos casos es no ceder ante las demandas de quien ansía controlarnos para apaciguar su frustración. Lo que hay que hacer es argumentar, marcar límites y explicar por qué no es posible ceder en todo. Una relación de pareja es saber hacer equipo, no vivir en una dictadura emocional.
En caso de que no veamos cambios ni mejoras, deberemos tomar una decisión. Porque no es tarea nuestra reeducar al otro, ser pareja no es hacer de padre ni de madre. Una vez llegada a la edad adulta, cada cual debe ser consciente de sus carencias y trabajar en ellas y una prioridad en nuestro camino hacia la madurez es precisamente saber tolerar la frustración.
Por: Valeria Sabater