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La delicada línea que separa a los miedos de las fobias

Todos tenemos miedos y es nuestro deber enfrentarlos lo antes posible. Miedos que pueden tener grados de intensidad diferentes, que pueden no influir en nuestra vida o que, por el contrario, pueden bloquearnos hasta el punto de impedirnos seguir adelante. Quizás, ya no sean los miedos los que te tengan atrapado entonces. Es posible que lo que tenga sea una fobia.

No sabemos distinguir muy bien, o de forma precisa, entre los miedos y las fobias porque la línea que los separa es muy delicada y fina. Bernardo Stamateas mencionaba en su libro Emociones tóxicas que “el miedo tóxico termina transformándose en fobia”. ¿Quién determina, entonces, si mi miedo es tóxico o no?, ¿somos todos susceptibles de padecer fobias?

Cuando el miedo empieza a ser tóxico
El miedo es una respuesta natural de nuestro cuerpo que nos alerta sobre una situación para que podamos hacerle frente. En ocasiones, aparece ante un peligro real, pero cada vez más son las personas que experimentan miedo ante peligros que no se manifiestan físicamente. Por ejemplo, miedo al abandono, miedo a la soledad, miedo a las críticas.

Quizás, este tipo de miedos sean los más difíciles de enfrentar, ya que no está en nuestras manos poder escapar de ellos, pues residen en nosotros, en nuestra propia mente. Cuando nuestro miedo es sobre una situación no real, un miedo infundado y posiblemente producto de experiencias desagradables, este empieza a transformarse en un temor negativo y tóxico.
Es verdad que muchas personas viven con miedo a lo largo de su vida, porque no han logrado superar la experiencia traumática que lo ha provocado. Pero, al no ponerle solución, ese miedo acaba apoderándose de nosotros, siendo ya una parte indispensable. Llegará el momento en el que no podremos ni sabremos vivir sin él, porque ha empezado a ser tóxico.

El miedo es natural y debería ser pasajero. Su intensidad, dentro de lo que cabe, no es exagerada, aunque el que lo padece puede experimentar momentos de estrés e, incluso, de ansiedad. El gran problema surge cuando la reacción ante los miedos se intensifica. Algo completamente exagerado que las demás personas no logran comprender por lo que objetivamente tiene de amenaza lo que lo provoca.

Las fobias y el deseo de evitar lo que se teme
Tú puedes tener un gran temor a hablar en público, pero probablemente no te quede otra opción y lo termines haciendo. También puedes tener miedo a la soledad, pero no puedes obligar a que nadie esté a tu lado todo el tiempo. Cuando sufres una fobia, todo esto se lleva hasta el extremo. De ninguna manera hablarías en público y saldrías a buscar a cualquier persona, incluso utilizarías el chantaje, para evitar quedarte solo.

Las fobias tienen un claro deseo de evitar lo que se teme, de escapar en el acto. Es un temor exagerado que tiene un claro componente emocional, posiblemente un trauma que se ha venido arrastrando desde hace tiempo atrás.
Las personas que sufren fobias saben que su miedo es exagerado, pero no pueden hacer nada, ya que enfrentarse a su problema les causa mucha angustia y sufrimiento. Muchas incluso manifiestan temores incontrolables, mareos, transpiración, aceleración del pulso… Finalmente, el término fobia tiene una connotación clínica que el término miedo no la tiene.

Seguramente, te hayas encontrado alguna vez con esa persona a la que le dan miedo las arañas y actúa de manera exagerada ante la mera visión de una. Grita, escapa y se aleja incluso de la araña más minúscula. La peor parte consiste en que la persona ha asumido su fobia y, también, ha asumido que no puede hacer nada para enfrentarse a ella porque se siente superada.

Hay muchas fobias que se han ido descubriendo a lo largo de los años: fobia al trabajo, a los médicos, al famoso dentista, a vomitar, a los hombres o a las mujeres, a los espejos, a la gente calva… Hay multitud de fobias y todos nosotros podemos sufrirlas en alguna ocasión.
La buena noticia es que una fobia tiene solución porque no deja de ser un miedo, aunque más descontrolado, más irracional y sentida con mayor intensidad. Aquí radica la delgada línea que separa los miedos de las fobias, una línea que en ocasiones incluso se puede obviar porque las soluciones tienen caminos parecidos.

Nadie ha dicho que enfrentar nuestros miedos sería fácil, tampoco que nos sentiríamos bien en el acto. Hacer esto implica luchar también contra las emociones negativas que sentiremos, contra ese nerviosismo, esos pensamientos que nos instarán a retroceder. Pero, nuestra fuerza de voluntad tendría que ser mucho más fuerte que nuestros propios miedos. Todo miedo puede convertirse en fobia y, por ende, también puede ser derrotado de la misma manera.
En cualquier caso, ante cualquier miedo que nos incapacite seriamente en nuestra vida, lo mejor es acudir a un especialista para tratarlo. Ellos son quienes nos pueden hacer un diagnóstico más certero e individualizado y dándonos las mejores pautas para que este temor vuelva a adaptarse a un tamaño más realista y menos disruptivo.

 

Por: Raquel Lemos Rodríguez