Las relaciones de pareja pueden entrar en una dinámica negativa en la que predominen las discusiones o los conflictos continuos que no se resuelven de una forma adecuada. Cuando nos encontramos ante esa situación percibimos que nada ni nadie puede cambiar el dictamen de la relación y que, de un momento a otro, terminará por romperse.
Lo cierto es que, sin aferrarnos a imposibles, podemos introducir pequeños cambios que favorezcan un mejor ajuste mutuo y conseguir que vuelvan a predominar los momentos positivos. En primer lugar, hay que tener en cuenta que la problemática no radica en discutir o no, sino en cómo resolvemos esa situación de confrontación. Lo primero a lo que tenemos que atender en una discusión es al planteamiento.
Cuando el planteamiento de la riña es violento lo más probable es que no se logre resolver de forma satisfactoria, sino que se enquistará el problema y la resolución será negativa. Primera idea: si comienzas una discusión con tono sarcástico y/o crítico, ponte freno. Aunque la entonación sea baja y tranquila las palabras pueden estar cargadas de negatividad y desafío (por ejemplo: “las tareas de casa para ti no existen”).
Lo cierto es que el 90% de las discusiones que comienzan con cierta carga de negatividad acaban mal. El psicólogo John Gottman plantea que hay ciertas clases de negatividad que, si se descontrolan, son letales para una relación. Los llama los Cuatro Jinetes del Apocalipsis y les corresponde cierto orden de escalada:
-Primer jinete: la crítica: siempre que convives con alguien tendrás quejas pero entre las quejas y las críticas hay mucha diferencia. Veamos, una queja se refiere a una situación o acción concreta (Ayer te tocaba sacar la basura y no lo hiciste) mientras que la crítica es global y frecuentemente incluye atribuciones negativas de la personalidad o del carácter de la otra persona (Estoy enfadada porque no sacaste la basura. Siempre acabo haciéndolo yo cuando te toca a ti, ¡te da igual todo!). La crítica es muy común en las discusiones de pareja pero si somos conscientes de ello podemos contenernos a la hora de realizarlas, la diferencia radica en culpar o no a la otra persona, en eliminar las atribuciones.
*Ejemplo 1: Crítica: ¿Por qué eres siempre tan egoísta? Podrías haberme dicho que estabas muy cansado para hacer el amor y no dejarme llegar hasta aquí. Queja: Deberías haberme dicho antes que estabas cansado para hacer el amor.
*Ejemplo 2: Crítica: Siempre van todos por delante de mí y soy tu segundo plato. Esta noche íbamos a cenar solos. Queja: tenías que haberme consultado antes de invitar a tus amigos a cenar, esta noche era para nosotros.
-Segundo jinete: el desprecio. El sarcasmo, los insultos, poner los ojos en blanco, el tono burlón o el humor hostil envenena toda discusión y acrecienta la posibilidad de guardar cada vez más negatividad hacia la pareja. Probablemente lo que no se resuelve satisfactoriamente va cargando de hostilidad las discusiones posteriores y hay ocasiones en las que el único propósito es menospreciar a la otra persona. La crítica, el insulto y el sarcasmo conducen a intentar situar a la otra persona en una posición inferior.
-Tercer jinete: la actitud defensiva. Ante los desprecios, lo normal es que la otra persona se defienda. Se suele atacar-defender-contraatacar; esta escalada se da hasta que uno de los dos se retira.
-Cuarto jinete: la actitud evasiva o el encierro. La comunicación es inexistente porque todo lo que el otro diga da igual, hay indiferencia y pasotismo. Este es el jinete más peligroso puesto que el evasivo da a entender que no le importa lo que la otra persona diga. Si Juan se encuentra con un bombardeo de críticas cuando llega a casa y se esconde tras el periódico, Jimena gritará cada vez más. Ante esta situación Juan se va del cuarto. Esta conducta de evasión es más común en los hombres debido a razones evolutivas, ya que se supone que se activan más fisiológicamente puesto que lo necesitaban para cazar (sin embargo, las mujeres, evolutivamente, necesitan una activación menor pues el amamantamiento requiere de un estado de relajación).
Este cuarto jinete es el más tardío y normalmente no se ve en recién casados sino en parejas que llevan un tiempo y han sucumbido a esta espiral de negatividad. Realmente resulta el jinete más peligroso puesto que da a entender a la otra persona que no le importa en absoluto lo que el otro dice. Cuando una persona habla con otra ofrece señales de reconocimiento y escucha como contacto visual, asentimiento, decir de vez en cuando “sí” o “ya”. Sin embargo, cuando una persona toma una actitud evasiva (no da señales de reconocimiento, tiende a apartar o bajar la mirada sin decir nada) la otra persona percibe que habla con una pared y que no le importa lo que genera el conflicto.
La presencia de estos cuatro jinetes predice en un 82% el fracaso de una relación para el psicólogo John M. Gottman pero, sin embargo, si a esto le añadimos el fracaso de los intentos de desagravio el porcentaje de éxito en la predicción del fracaso de la relación es del 90%. Gottman señala que las parejas emocionalmente inteligentes hacen uso de ciertas estrategias para parar la escalada de los jinetes en una discusión o conflicto. Estos intentos de desagravio pueden ser: sacar la lengua, tocarse la nariz, echarse a reir, sonreírse, pedirse perdón; incluso pronunciar frases como “te estás saliendo del tema” o “deja de gritarme” en tono irritado pueden contribuir a descargar tensión.
En este sentido, hay que añadir la importancia que tiene el hecho de que el número de intercambios positivos o manifestaciones de afecto sea mayor al número de intercambios negativos o discusiones. Esto podemos conseguirlo pactando dedicar días al amor, al cuidado y a la protección, a sorprender a nuestra pareja y conservar detalles genuinos cada día.
En ocasiones sucumbimos al estrés y rutina diarios pero es importante que, aunque estemos enfadados, molestos, agobiados o absortos en nuestros asuntos nunca nos olvidemos de mantener costumbres como dar los buenos días, las buenas noches y ofrecer todos nuestros deseos a nuestro compañero de viaje. Al fin y al cabo se trata de transmitir que, por mucho que nos invada la negatividad, seguimos estando uno al lado del otro.