Recientemente el enfoque de la atención a las personas con demencia está cambiando. Hasta hace poco la atención estaba dirigida a la sintomatología típica de las demencias y a su manejo. Actualmente, el objetivo de los centros es el de centrar la atención en las personas.
Se basa en que no todas las personas son iguales, y en que para atenderlas primero hay que conocerlas.
Para esto, hay que cambiar el concepto anterior del tratamiento de las demencias, eliminar la etiqueta de “enfermo de Alzheimer” o “Parkinson” y catalogar a las personas por su nombre y sus características personales. La enfermedad no hace a las personas, y tener un mismo diagnóstico no elimina los rasgos de personalidad, actitudes, gustos…
Este método es tan sencillo como trasladar la forma en la que nos gustaría que en el futuro nos atendieran a servicios como las residencias para mayores. Un trato cercano y que distinga entre las personas. Si alguien, por ejemplo, siempre ha sido muy reservado pues no es aconsejable abrumarle y entrar en su habitación sin avisar o invadiendo la intimidad en un grado que le incomode.
Trato individualizado y personal
Un error que se ha cometido, especialmente con pacientes con demencias, a lo largo de los años es el de proporcionar un trato estandarizado. Tener en cuenta los rasgos propios de la enfermedad y tomarlos como referencia para adecuar la forma de actuar en el ámbito hospitalario y residencial. Afortunadamente ha entrado en juego la atención centrada en la persona.
Este nuevo enfoque requiere una menor rotación del personal para proporcionar un trato más cercano. La enfermedad de Alzheimer tiene unos rasgos característicos mediante los cuales se realiza el diagnóstico, pero esto no significa que la sintomatología será igual para todos, ni que se viva de la misma manera. Es una enfermedad demasiado heterogénea como para que cerremos los ojos.
Es importante tener en cuenta la variabilidad personal de cada uno y tener en cuenta su historia de vida, desempeño profesional, aficiones, costumbres, cultura… Y lo más importante, sus deseos. Si el paciente en ese momento no quiere participar en una terapia, tampoco es positivo que lo haga por obligación: son personas que necesitan ser escuchadas y respetadas.
La demencia no es el rasgo que define a las personas
El diagnóstico de demencia tan temido hay quien lo recibe como la confirmación de que todo está perdido ya que nuestro familiar nunca volverá a ser el mismo. No es cierto, la personalidad sigue ahí, y continúa teniendo preferencias, simplemente hay que saber interpretarlas y escucharlas, no es el momento de decidir por ellos, sino de ayudarles en la decisión.
Aunque en algunos casos seguir unas directrices puede servir de gran ayuda, trasladarlo a todos los ámbitos del cuidado es muy peligroso. En este sentido, es útil que los cuidadores siempre sean los mismos para desarrollar un fuerte vínculo de confianza en el que el cuidador conozca los gustos y necesidades de la persona.
Está más que claro que el diagnóstico de demencia supone un gran cambio en la vida del que lo recibe y en la vida de las personas cercanas. Pero es importante desmontar mitos y ver la demencia desde una perspectiva más realista. En ocasiones, se “incapacita” al ser querido antes de lo necesario. Es decir, en los primeros estadios de la enfermedad la persona puede ser independiente en muchos aspectos y es bueno fomentar esa independencia: tratar como más enferma a la persona que tienen una enfermedad nunca ayuda.
Cambio del enfoque en las instituciones
Normalmente, cuando una persona se va a incorporar en una residencia debe adaptarse a los horarios, actividades y personal del centro. Es un gran cambio en la vida, ya que no solo no está en su casa sino que tiene que cambiar radicalmente sus hábitos. Desde la perspectiva de la atención centrada en la persona, no es lo más indicado.
Para implantar este modelo se requiere una atención mas individualizada y especializada. Se organizan tareas en las que los residentes pueden tomar parte, teniendo en cuenta sus capacidades, como hacer la colada, cocinar o poner la mesa. Creando un entorno que se asemeje más a la realidad de su hogar podría aumentar mucho su calidad de vida.
Existen centros que están dirigiendo todos sus esfuerzos a implantar estos modelo con éxito, por ejemplo, Fundación Matia es una de las pioneras en nuestro país. Están implantando un modelo de atención centrada en la persona, incluso están cambiando el concepto de residencia, sustituyéndolo por pisos en los que las personas conviven en un entorno mucho más parecido al de su casa.
Por: Psicóloga Carolina López De Luis