El modelo conductual de Fester trata de explicar la depresión como la consecuencia, de alguna manera lógica, de la pérdida de reforzadores. En el siguiente artículo os lo presentamos, incidiendo en aquellos aspectos que nos pueden ayudar a entender mejor el trastorno.
La depresión es uno de los trastornos psicológicos más incapacitantes que existen, y aunque suene paradójico, de los más invisibles. No solo consiste en un estado de ánimo triste o bajo, sino que su sintomatología puede albergar desde la falta de placer por cualquier actividad o situación hasta la inhibición motora más extrema. Algunos pacientes incluso refieren síntomas de carácter fisiológico, como anergia, falta de apetito, síntomas somáticos o insomnio.
En la literatura científica sobre el tema, podemos encontrar diferentes hipótesis. Desde las puramente biológicas, referidas al desequilibrio bioquímico de determinados neurotransmisores en el cerebro, como la serotonina, hasta hipótesis de carácter ambiental o psicológico.
Las teorías explicativas basadas en la parte más biológica dan cuenta de una parte reducida de toda la sintomatología y tipos de depresión que existen. Además, apenas deja abierta la puerta al control por parte del paciente en su propia curación.
Si bien es cierto que gracias a estas teorías hoy en día podemos disponer de los antidepresivos, se hacen necesarias explicaciones que ayuden a los pacientes a responsabilizarse de su enfermedad y a encontrar la manera de ayudarse a sí mismos.
En este sentido, el modelo conductual de Fester (1965, 1973) puede ayudarnos a entender cómo las conductas escasamente reforzadas por el ambiente, además de la evitación o inhibición que se refleja en el paciente, pueden llevarnos a sufrir un estado depresivo.
El modelo conductual de Fester para la depresión
Charles Fester fue uno de los primeros psicólogos que estudió el fenómeno depresivo dentro de un marco clínico/experimental; además, otros enfoques conductuales parten de sus trabajos.
Su idea es que se produce un exceso de conductas de evitación o escape ante estímulos aversivos. Para el modelo conductual de Fester existen, además, cuatro procesos que, aislados o en interacción, podrían explicar la patología depresiva.
Los procesos son los siguientes:
- Cambios inesperados, súbitos y rápidos en el medio que supongan pérdidas de fuentes de refuerzos o de estímulos discriminativos importantes para el individuo.
- Un ejemplo de este postulado podría ser la pérdida de la pareja. Esta en sí misma supone una fuente de reforzamiento y, además, muchos otros refuerzos de nuestra vida están conectados a esa pareja (amigos en común, ocio, hijos…). La persona, por un único estímulo discriminativo, a saber, la pérdida de la pareja, deja de hacer otras actividades que antes le resultaban placenteras porque las hacía en compañía. Por lo tanto, los reforzadores se reducen aun más, con la consiguiente falta de disfrute.
- Programas de refuerzo de gran coste, que requieren de grandes cambios de conducta para producir consecuencias en el medio. Si un opositor, que tiene que dedicar grandes cantidades de tiempo y esfuerzo en estudiar para conseguir su objetivo, ve que suspende, es fácil que se desarrolle un estado de abulia o falta de voluntad para volver a ponerse a estudiar. La energía que tiene que movilizar es grande y el resultado incierto.
- Ausencia de repertorios conductuales, bloqueados por espirales patológicas en las que una baja tasa de refuerzos positivos provoca una reducción de conductas, lo que lleva a la persona a su vez, a una mala adaptación al medio y, por tanto, a un número menor de refuerzos. Si mis primeros contactos para intentar encontrar pareja no resultan muy positivos, puedo desarrollar una conducta de evitación cuando aparece la posibilidad de conocer gente, lo que me lleva a menores oportunidades de que los contactos sean positivos. Esta reducción de oportunidades, a su vez, genera más falta de refuerzo, quedando el bucle queda cerrado.
- Repertorios de observación limitados que llevarían a las personas con depresión a distorsionar la realidad y a conductas que son reforzadas en pocas ocasiones. Si, por ejemplo, una persona se muda al extranjero, es necesario que observe el nuevo ambiente y aprenda a adaptarse a él. De lo contrario, es más complicado que obtenga los refuerzos que le de alguna manera le “inmunicen” frente a la depresión.
Tratamiento de la depresión desde el modelo conductual
Desde el modelo conductual de Fester, muchas de las conductas depresivas “animaban” al individuo a evitar los estímulos aversivos o las situaciones desagradables en que podría esperar una nueva reducción de refuerzos positivos. De esta manera, tales conductas se mantienen por reforzamiento negativo (la persona siente alivio a corto plazo cuando evita algo que podría ser desagradable (anticipación)).
Desde esta perspectiva, el tratamiento de la depresión -evidentemente, cuando no es una depresión de carácter endógeno- iría encaminado a aumentar los refuerzos positivos que la persona puede obtener de su entorno y a disminuir las conductas evitativas sobre conductas potencialmente reforzadoras.
Algo que parece tan sencillo y apetecible, como quedar con amigos para tomar algo, para la persona con depresión puede ser toda una pendiente inclinada. Por esta razón, el psicólogo debe establecer un plan inteligente de recuperación de reforzadores adaptado a la persona. Lo importante es para la caída -no seguir perdiendo reforzadores- y primar los pequeños avances.
La investigación nos dice que la activación conductual debería ser la intervención principal elegida en primera instancia. La clave es romper el bucle en el que se encuentra inmerso el paciente depresivo, realizando diferentes actividades que puedan, poco a poco, proveerle reforzamiento y satisfacción.
La activación conductual se hace tan despacio como el paciente quiera y necesite. No debemos poner objetivos irrealistas que no se van a cumplir porque lo que podemos obtener es aun más desesperanza y autocrítica. Cualquier paso hacia delante será un gran logro.
A medida que avance la intervención y la persona vaya obteniendo más reforzadores y aceptando sus emociones negativas, su estado de ánimo irá aumentando y, como consecuencia, también la motivación.
La anhedonia, la anergia y la apatía irán amainando y el paciente empezará a sentirse mejor. Esta activación también repercute a nivel cognitivo y social. Sus anticipaciones pesimistas cambian por otras más realistas y, a su vez, su entorno, que percibe el cambio, también estará más predispuesto a ser inclusivo y a acompañar la inercia positiva.
Por: Alicia Escaño Hidalgo