Es habitual oír hablar de las personas altamente sensibles (PAS), una parte bastante notable de la población que siente la realidad con mayor intensidad, con una cercanía emocional hacia su medio exterior tan intenso, que en ocasiones, prefiere buscar la soledad y su propia introspección. Pero ¿Y los niños? ¿Cómo es la infancia de las personas altamente sensibles?
En ocasiones podemos tener niños de 6 o 7 años dotados de una empatía fuera de lo común para su edad, criaturas que son capaces de apreciar detalles que en ocasiones, escapan de nuestra propia atención ¿Cómo es posible? Son personas aún muy jóvenes que van más allá del universo de la emotividad y la intuición, y que a menudo, no sabemos muy bien cómo tratar o cómo dirigirnos a ellos. Tal vez deberíamos empezar a admitirlo… son niños con un don especial.
¿Cómo es el niño Altamente Sensible?
La vida de un niño Altamente Sensible no es fácil. Su integración en el medio escolar suele ser complicada debido a esta sensibilidad que tanto sus compañeros, como los docentes, van a ver de inmediato: no le gustan las sorpresas ni los cambios, prefiere la calma al movimiento, su nivel madurativo en ocasiones es tan diferente de los otros niños, que siempre encontrará dificultades para encajar, es reflexivo e intuitivo, notará aspectos de su realidad que pocos a su alrededor serán capaces de apreciar: la forma de un árbol dando quizá tenebrosidad al patio del colegio, un pájaro que vuela en solitario por el cielo, o incluso la expresión del maestro que le da la clase de música esa mañana…
Los educadores afirman que se les debe poder identificar de forma temprana para lograr su correcta integración escolar, ya que en ocasiones, muchos maestros se sienten cansados por esos niños que les asaltan continuamente a preguntas y a complejas reflexiones para las cuales, en ocasiones, no tienen tiempo de atender. Esto hace que estos niños lleguen a la adolescencia con una autoimagen negativa, sabiendo que poseen un talento que nadie ha sabido apreciar ni valorar. Hay que saber conocerlos y apreciarlos, dejar que desarrollen sus capacidades e inquietudes para que primero, logren conocerse a sí mismos para entender qué les ocurre y cómo pueden gestionar esa sensibilidad en propio beneficio y en el de los demás. Hay que ponerles metas, objetivos, atender sus preguntas, sus razonamientos, darles respuesta y comprensión.
NIÑOS ESPECIALES, PERO NIÑOS AL FIN Y AL CABO
En muchas ocasiones la madurez emocional de estos niños hace que los padres no sepan tampoco cómo tratarlos. También suele llamar la atención su sensibilidad física, sienten el dolor de forma más rápida, en ocasiones les molesta cierta ropa, e incluso llevar una pequeña mancha en sus chaquetas… son insistentes en sus reflexiones y a veces, los padres se ven desbordados. Pero también puede ocurrir lo contrario, debido a esta madurez emocional los padres suelen apoyarse bastante en ellos, haciéndolos partícipes de muchas cosas del hogar familiar. Pero esto en ocasiones también es un riesgo, hay que recordar que siguen siendo niños y que no debemos sumar más preocupaciones a las que normalmente sienten e intuyen en silencio. No son niños con cerebros y corazón de ancianos, son niños con necesidades especiales que debemos saber entender para ayudarles en su proceso de crecimiento, para que día a día, encuentren su espacio y su felicidad.
La alta sensibilidad es un don con el que hay que aprender a vivir, en ocasiones no es fácil, lo sabemos, pero la existencia afina para los ojos de estas personas, una dimensión que pocos son capaces de ver.