Un fallecimiento, una separación, acoso laboral, una situación de intenso estrés familiar mantenida en el tiempo… La depresión reactiva puede surgir por diferentes causas, pero ese estado de ánimo caracterizado por el abatimiento, la desesperanza y la irritabilidad parte siempre como respuesta a uno o varios sucesos externos muy concretos que, en un momento dado, nos superan.
Algo que todos sabemos es que no siempre es fácil encontrar el origen de un cuadro depresivo. Los factores fisiológicos, ambientales y personales configuran en ocasiones un ovillo complejísimo muy difícil de desentrañar. Ahora bien, cabe decir que en muchos casos existe un detonante bastante claro. Aparece un estresor que el paciente no puede manejar y que deriva en una serie de procesos psicológicos tan agotadores como invalidantes.
La depresión reactiva o situacional es el trastorno del ánimo más común en el ámbito clínico. De algún modo, conocer esta condición nos puede ayudar a tomar conciencia a su vez de un sencillo aspecto. Todos somos susceptibles de experimentar este tipo de realidad personal..
Más allá de esas causas fisiológicas está ese otro ámbito psicosocial que no siempre está bajo nuestro control. Porque la vida, como dijo Vicente Aleixandre una vez en uno de sus poemas, es difícil, tan difícil que no basta con remar con fuerza avanzar. A veces, quedamos encallados.
¿Qué es la depresión reactiva y qué síntomas tiene?
Hay un hecho evidente y que la mayoría habremos visto en más de una ocasión. Cuando la vida nos golpea en cualquiera de sus formas (sufrir un robo, perder el trabajo, ser engañados por nuestra pareja…) no todos sufrimos sus efectos del mismo modo. Hay quien, por las razones que sean, dispone de mejores recursos, de mayor flexibilidad psicológica, de un músculo resiliente más fuerte y ejercitado.
Otros, por su parte, reciben el impacto como quien lanza un objeto al parabrisas de un automóvil. Lo más probable es que esa superficie no se rompa a la primera, pero se evidenciará alguna fractura en el vidrio, y lo que es aún más peligroso: quedará lo que se conoce como estrés residual.
Tarde o temprano ese parabrisas con un impacto se acabará rompiendo. Lo mismo ocurre con muchas personas. Después de ese acontecimiento adverso o problemático pueden pasar semanas hasta que se empiece a evidenciar el cuadro clínico de una depresión reactiva.
Síntomas de la depresión reactiva
Lo señalamos muchas veces en nuestro espacio. Ningún trastorno psicológico presenta una sintomatología exacta en cada paciente. Aún más, en ocasiones, tenemos cuadros clínicos muy heterogéneos y muy complejos. Asimismo, en lo que respecta a la depresión reactiva se le añade otro hecho: va muy ligada a la personalidad del paciente. No obstante, suelen evidenciarse algunas dimensiones distintivas de esta condición:
La sensación de tristeza y abatimiento es una característica común en todos los pacientes. Esta realidad emocional surge después de un evento problemático que la propia persona interpreta como el origen de su estado.
Hay también una pérdida del interés por todo tipo de actividades, así como falta de placer, motivación o capacidad de responsabilizarse de sus tareas cotidianas.
La persona pierde la energía por completo, el simple hecho de levantarse de la cama supone un gran esfuerzo.
Sentimientos de culpa y pensamientos catastróficos.
Focalizan la atención únicamente en los aspectos negativos de todo lo que les envuelve.
Un hecho que ayuda a los especialistas a diferenciar la depresión endógena de la reactiva es que en esta última no hay excesivos síntomas físicos. Es decir, los pacientes no evidencian excesivo dolor muscular, cefaleas o pérdida de peso, pero lo que sí experimentan es insomnio o hipersomnia.
¿Qué factores nos pueden predisponer a una depresión reactiva?
Disponemos de varios estudios donde día a día, entendemos mucho más la anatomía de este tipo de depresión. Así, neuropsiquiatras como JinMizushima nos explican que no debemos descuidar el factor personalidad, así como otros condicionantes. Veamos algunos de ellos.
Las personas sometidas a situaciones de estrés constantes son más susceptibles de desarrollar esta condición.
Son además perfiles con una elevada autoexigencia, personas muy perfeccionistas.
Mientras en la depresión endógena suele existir un factor genético, en la depresión reactiva pesan más otros factores como la baja autoestima y un estilo atribucional externo. Son dimensiones psicológicas donde persona siente que no tiene control alguno sobre la realidad, ahí donde todo evento, todos sus éxitos o fracasos dependen de hechos externos.
Tratamiento para la depresión reactiva
Tal y como indicábamos al inicio la depresión reactiva es uno de los trastornos más comunes entre la población, en especial entre las mujeres.
Ahora bien, a pesar de su alta incidencia cabe decir que de entre todos los tipos de depresión esta es la que tiene mejor pronóstico. Por lo general, es imprescindible buscar ayuda profesional, siendo la terapia cognitivo-conductual la más exitosa en estos casos.
Disponer de un vínculo fuerte con el psicólogo es clave para empezar a abordar esos acontecimientos estresantes que han hecho impacto en el paciente. Afrontar los hechos, gestionar todo ese cúmulo de emociones y propiciar una adecuada reestructuración cognitiva capaz de generar nuevas conductas más adaptadas y positivas es, sin duda, uno de los enfoques más prioritarios.
Sumado a ello, tampoco puede dejarse de lado el aspecto farmacológico. Así, antidepresivos como los ISRS, ISRN o tricíclicos por ejemplo, suelen ser los que más resultados pueden ofrecer.
Para concluir decir solo que la gran mayoría de las personas termina respondiendo bastante rápido al tratamiento una vez que se aborda el problema subyacente, y se le dan además las herramientas adecuadas para sobrellevarlo. No dudemos por tanto en buscar ayuda y en evitar que estos estados tan dolorosos se cronifiquen en el tiempo.
Por: Valeria Sabater