Aunque seamos ya personas maduras y muchas inclusive con una edad bastante avanzada, es muy habitual acudir a terapia o cualquier tipo de proceso personal para trabajar la relación con nuestros padres. Por eso hoy compartiré con vosotros mi propia experiencia con este artículo destinado a aquellas personas que la relación con sus progenitores se basa en continuas discusiones.
Cuando éramos más pequeños nuestros padres controlaban qué comíamos, cómo vestíamos, qué pensábamos de la vida, nuestros futuros profesionales e incluso con quien nos relacionábamos. De hecho la sensación de control y la necesidad de independencia es una de las principales reclamaciones de la mayoría de las adolescencias. Así, aún siendo mayores, muchas personas nos hemos sentido sin voz ni voto en muchas de las cosas que sucedían en nuestra vida ante nuestros progenitores.
¿Por qué la relación con mis padres sigue siendo tan complicada? Los padres suelen tomar el tipo de decisiones que he enunciado antes hasta que nos hacemos adolescentes. Por supuesto, los niños necesitan ese tipo de protección y asistencia cuando son pequeños, ya que no son lo bastante maduros para cuidar de sí mismos ni para tomar decisiones sobre cuestiones importantes y vitales de su existencia.
Pero, a medida que pasa el tiempo crecemos y nos convertirnos en adolescentes. Así, parte del hecho de ser un adolescente consiste en desarrollar una identidad propia, única como ser humano, una identidad que es diferente a la de tus padres. Es completamente normal que a esas edades tengamos nuestras propias opiniones, ideas y valores sobre la vida.
Toda esta singular mezcla interior es precisamente lo que nos prepara para la etapa adulta. El verdadero problema aparece cuando, a pesar de que has crecido, asumido responsabilidades y encaminado tu vida, tus padres siguen tratándote como el niño que eras porque piensan que sigues siéndolo. Todo ello motivado por factores psicológicos.
Otro motivo frecuente que da origen a estas relaciones difíciles es la posibilidad de que a tus padres les siga costando adaptarse al cambio. ¿Por qué? Porque su papel ahora es más difícil que cuando estabas en la infancia, entonces ellos decidían y asumían la responsabilidad ahora pueden aconsejar y eres tú quién va a cargar con la responsabilidad de lo que hagas.
Por otro lado, reconocer que has crecido y has pasado a otra etapa significa reconocer que para ellos también han pasado los años y que ahora tienen retos vitales diferentes.En la mayoría de las familias es este proceso de adaptación lo que suele provocar muchas discusiones entre padres e hijos aún en edades ya avanzadas. Es habitual el hecho de tener que acudir a consulta porque nuestra madre y/o padre nos genere inseguridad decidiendo por nosotros o por generarnos problemas con nuestra actual pareja.
Considerar un nuevo rumbo en tu vida profesional, mudarte a una ciudad más lejana, juntarte con una persona que a ellos “no les gusta”… son enfrentamientos muy frecuentes entre padres e hijos durante los primeros años de nuestra edad adulta. La disonancia que nos generan esos conflictos o experiencias nos enfadan y muchas veces implican un desgaste emocional inmenso. Son discusiones que demandan una gran parte de nuestra fuerza y que nos generan inseguridad ya que para la persona que crece tampoco es fácil afrontar los retos que tiene.
Este desgaste puede generar enfado y resentimiento, ya que a menudo se necesitan esas fuerzas y esa confianza cuando los sueños que queremos perseguir son complicados y en el camino ya hay demasiadas trabas de por sí. Es bueno tener en cuenta en estos casos una posible reflexión que a mí misma me costó integrar en mi propia vida: “Nuestros padres se enfadan porque no están acostumbrados a no tener el control o porque no están de acuerdo con las decisiones de una persona ya adulta.”Es muy habitual acabar muy dolido y herido interiormente en este tipo de conflictos. Cuestiones más complejas pueden desencadenar discusiones incluso más fuertes porque tus padres siempre intentarán protegerte, garantizar tu bienestar y seguridad, independientemente de la edad que tengas.
¿Y cómo podemos superar esta difícil situación familiar? Hasta aquí todo lo que os comento tiene una posible solución. La buena noticia es que en muchas familias este tipo de peleas disminuyen a medida que los padres se van haciendo a la idea de que sus hijos tienen derecho a tener sus propias opiniones y una identidad que puede diferir bastante de las suyas.Si con el tiempo la situación se mantiene, nuestras habilidades comunicativas, la asertividad que manifestemos, nuestra inteligencia emocional van a ser nuestras grandes aliadas.
Haz un esfuerzo por comunicarte con tus padres lo mejor posible. Muchas veces podemos pensar que es imposible que nuestros padres no puedan ser capaces de entender nuestro punto de vista y nunca fueran a cambiar, pero el hecho de hablar y expresar de forma inteligente y con cariño tus opiniones puede ayudarte a ganarte el respeto de tus padres, pudiendo llegar a acuerdos satisfactorios para ambas partes y una calidad de vida normal y sana.
Si evidentemente después de dar parte de tu corazón con todo este proceso y no ver mejoras en la relación, también otra opción es ponernos en manos de un especialista. ¿Por qué es importante? Porque por su consulta seguramente ha pasado ya algún caso más como el nuestro y porque la participación de alguien neutral en el diálogo, o persona entendida como neutral por ambas partes del conflicto, hace que lo que diga sea entendido como veraz por ambas partes.
Un consejo que empleé yo misma varias veces e hizo que mis padres comenzaran a cambiar su forma de “sentirme” fue decirles y hacerles tener en cuenta que ellos también han sido más jóvenes y pasado por la misma etapa de vida. Perfectamente pueden empatizar con nosotros en la mayoría de los casos y hacerse una idea de lo que estamos pasando.