Hacerse la víctima es una forma bastante habitual que usamos las personas para manejar la ira y el enojo. Esto crea sentimientos negativos muy perjudiciales. La buena noticia es que es posible adoptar ciertas medidas para dejar de sentirse una víctima y tomar el control.
Muchas personas adoptan el papel de víctimas de forma involuntaria porque tienen miedo de su propia ira, e incluso niegan su existencia, y anticipan el daño que les causaría. Con esta expectativa en la menta y una alta sensibilidad a la ira en los demás, pueden llegar a distorsionar las expresiones o actitudes de otros, llegando a pensar que tienen otras intenciones diferentes a las que realmente tienen. Así, la ira que habrían experimentado en respuesta a la frustración o al estrés se transforma en miedo y desconfianza hacia los demás y en sentimientos de haber sido heridos.
Afortunadamente, hay manera de cambiar la posición de víctima, caracterizada una actitud pasiva y un comportamiento basado en el poder negativo, hacia una posición fuerte caracterizada por el afrontamiento activo y el poder personal, en la que se identifiquen los pensamientos destructivos que promueven los sentimientos victimistas, dando paso a una forma de actuar que permita tomar las medidas necesarias para desarrollar enfoques más constructivos para hacer frente a la ira.
Enfoques constructivos para manejar la ira.
La ira es una respuesta emocional simple e irracional a la frustración que no requiere ninguna justifiación. El grado de ira es proporcional al grado de frustración. Cuando las personas tratan de racionalizar su ira se sienten víctimas de la situación y se atascan en esos sentimientos de ira y adoptan una actitud que los aleja de los demás.
En este sentido, es necesario dejar de usar ciertas palabras que ayudan a justificar la ira, tales como “justo”, “debería/debe”, “derecho” o “mal”. Cuando se utilizan estas palabras para justificar la ira hacen que la persona se ate a sus sentimientos de frustración porque entienden que alguien está obligado a satisfacer sus necesidades (esto debe ser así y tú deberías haber hecho esto, tengo derecho a … y alguien debe responder por ello, etc.).
Al desafiar estas formas habituales de hablar, las personas pueden descubrir una forma diferente de comunicación en la que toman plena responsabilidad por sus sentimientos y acciones y es libre para explorar alternativas.
La adopción de medidas para cambiar las situaciones con las que uno es infeliz es justo lo contrario a ser una víctima, porque tiene la oportunidad de hacer algo para cambiarlo, ya que no se reconoce la responsabilidad de nada ni de nadie. Reconocer la ira como parte fundamental de la propia naturaleza y saber identificarla hace que la persona pueda ser capaz de elegir su forma de expresar su enfado y hacer que esta expresión sea más constructiva, ética y equilibrada con sus intereses y metas.
Destruye la queja de “se me ha dañado” y destruido queda el daño.
Marco Aurelio