Ser padres no es tarea fácil. Hay que estar atentos a múltiples factores que influyen en la educación de los más pequeños. Pero ¿qué sucede con estos factores que no podemos controlar? ¿Estos que forman parte de nosotros e influyen en el vínculo paterno-filial? ¿Qué relación hay con el apego adulto respecto a la crianza y al clima familiar?
Nacemos y nos necesitamos. Como polillas atraídas por la luz, necesitamos vínculos afectivos, estables e intensos. Es por eso que se nos considera seres biopsicosociales, siendo la interacción social un factor imprescindible para el desarrollo cognitivo y emocional.
Gracias a investigadores de la talla de John Bowbly, Peter Fonagy, Mary Ainsworth, hoy somos conscientes del peso que tiene el apego en nuestro desarrollo. Por ejemplo, conocemos que el estilo de apego, adoptado en la infancia, representa una huella, un modelo interno o un mapa relacional de las relaciones, que nos guía cual estrella durante todo el recorrido afectivo de nuestra vida, condicionando en muchos casos el tipo de relaciones que buscaremos, tendremos y mantendremos.
Pero no solo eso, sino que gracias a la persistencia de tales investigaciones y del estudio intenso sobre la construcción teórica más consistente del campo afectivo, se pudo afirmar que los mapas relacionales que nos configuran, iban moldeándose a partir de experiencias vividas o de nuevas figuras de apego, a lo largo del tiempo. A partir de esta definición, se empezó a hablar de apego adulto.
¿Qué apegos adultos hay?
Según Bartholomew, psicóloga canadiense, los modelos de apego adulto se polarizan entre negativos y positivos. De esta manera, los modelos de apego negativos los define como aquellos que mantienen la creencia de que el otro les rechaza, se muestra distante o no se preocupa.
Por el contrario, los positivos los define como aquellos que consideran que el otro se muestra disponible y se preocupa. A partir de esta clasificación, surgen las diferentes modalidades de apego adulto:
- El apego seguro: la persona desarrollaría una idea positiva de sí mismo y de los demás. Se relaciona con bajos niveles de ansiedad y bajos niveles de evitación, facilitando así el contacto y la intimidad con otros individuos.
- El apego evitativo: la persona desarrollaría una idea positiva de sí mismo pero negativa de los demás. Se caracteriza por bajos niveles de ansiedad pero alta evitación.
- El apego preocupado: la persona desarrollaría una idea negativa de sí mismo (autoconcepto) y positiva de los demás, manifestando altos niveles de ansiedad y baja evitación.
- El apego temeroso: la persona desarrollaría una idea negativa de sí mismo y de los demás, hecho que conlleva altos niveles de ansiedad así como altos niveles de evitación.
La influencia del apego seguro adulto en la crianza y en el clima familiar
Tal y como hemos comentado, el apego condiciona directamente en nuestra forma de relacionarnos, por lo que no es extraño que el apego adulto, no solo influya en nuestra relación de pareja, sino también en la relación que se establece con los hijos y con el clima familiar.
Los estudios afirman que las madres con un estilo de apego seguro responden a la expresión y a la vivencia de experiencias positivas y negativas, ayudando a su hijo durante tal experiencia emocional y a la verbalización de esta. Esto, sin duda, supone un punto favorecedor hacia el desarrollo emocional del futuro adulto, facilitando la futura identificación y gestión emocional, así como el autocontrol.
Por lo tanto, como si de una regla de tres se tratara, una figura materna sensible y generadora de un vínculo de apego seguro, también generaría las bases para un buen desarrollo emocional. Pero, ¿en qué nos ayuda esta inteligencia emocional? Pues los lugares en los que supone un apoyo son muchos e importantes: nos permite mantener a raya los niveles de estrés, hace más sencilla la interpretación de emociones así como la aceptación de las emociones negativas y refuerzo de las positivas.
Como resultado, el apego seguro tanto paterno como materno, permiten un clima familiar flexible y con cohesión, ayudando a que la familia se adapte a las nuestras estructuras, a la resolución de conflictos y que haya vínculos favorables a la intimidad.
La influencia del apego inseguro y temeroso en la crianza y en el clima familiar
De forma opuesta, el apego evitativo o inseguro es en muchos casos un auténtico lastre para el adulto que empezó con estas reglas a relacionarse con las personas de su entorno. Las personas con apego inseguro y/o temeroso mantienen un deseo de intimidad latente, pero es la mala imagen de sí mismos y/o la de los demás, que les genera suficiente desconfianza, miedo y rigidez como para dar pie a que este vínculo crezca.
Las personas con este estilo de apego, sin mala intención ninguna, sienten ambivalencia hacia su forma de relacionarse con sus hijos, sintiendo del mismo modo deseo e incomodidad de forma alterna. Esto puede conllevar niveles de mal estar hacia la idea de no poder sentirse libre y natural a nivel afectivo, aumentando la ansiedad hacia el propio doble mensaje.
Así pues, el clima familiar con padres con este estilo de apego es un clima poco cohesionado, con bajos niveles de expresión emocional, poca organización, mayor control y con posibilidades de que exista conflicto frecuente. Esto es resultado de que el apego adulto inseguro y/o temeroso es una piedra en el camino para el desarrollo de la inteligencia emocional, facilitando así que factores como la sobreprotección y el bajo cuidado asomen la cabeza por la ventana de este tipo de familias.
En conclusión, el descubrimiento del término del apego nos permite vivir más informados sobre la importancia de lo que transmitimos a las generaciones más jóvenes, siendo la herencia del apego de nuestros padres un factor claramente influyente en la crianza de los más pequeños -y en muchos casos también en su futuro-. Así que recuerda: el apego seguro es uno de los mejores regalos que podemos hacer a las generaciones que nacen.