Uno de los grandes pensadores ilustrados de nuestra historia, Jean Jacques Rousseau, pronunció las sabias palabras “la infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras”.
Así, Rousseau destacaba la importancia de la educación emocional infantil, distinta de la educación emocional en adultos. Así, una educación emocional infantil acertada debe adecuarse a las necesidades del niño, su desarrollo y su forma de sentir y pensar.
Si de verdad queremos formar a jóvenes autónomos y felices, hemos de ser muy consecuentes con su realidad.
Importancia de la educación emocional infantil
Son muchos los padres que conocen la importancia de que un niño exprese correctamente sus emociones. Ahora bien, deben aprender a entenderlas, interpretarlas y aceptarlas como parte de su vida y de su mundo.
Es lógico que todo niño necesite de una inteligencia emocional que le ayude a sentir los lazos que le unen con las personas a las que quiere. Esto le reportará un mayor bienestar, más felicidad y mejor autonomía y responsabilidad.
Pero, ¿cómo logramos desarrollar a nuestros niños emocionalmente inteligentes? Para ello conoceremos algunas claves que ofrece la profesora Esther García, docente del Máster en Inteligencia Emocional de la Universidad de Barcelona.
La educación emocional infantil y sus claves
Según la profesora Esther García, las relaciones interpersonales son factores básicos en el bienestar emocional de los seres humanos. La felicidad de un adulto o un pequeño depende de su capacidad para desarrollar competencias que le hagan emocionalmente inteligente en sus relaciones.
Identificando emociones
La primera clave que sugiere la profesora García para formar niños emocionalmente inteligentes es la toma de conciencia. Es decir, tanto como educadores como pupilos debemos conocer las emociones propias, sus consecuencias y cómo trabajarlas.
Para dar este paso, hemos de hacernos preguntas sobre nuestros sentimientos: por qué suceden, cómo hemos llegado a ellos y qué podemos hacer para corregirlos o potenciarlos. Solo así podremos verbalizarlos y definirlos, de cara a que los niños lleven a cabo sus propios procesos.
Gestión emocional
La segunda clave importante está relacionada con la gestión de las emociones. Una vez las hemos identificado y comprendido, hemos de saber cómo gestionarlas. Ya sean positivas o negativas, hay que etiquetar y poner nombre para ser capaces siempre de localizarlas y verbalizarlas.
Llegado este momento, aparece la ocasión de aceptar las emociones, pues son legítimas y personales. Es la parte en la que se ha de trabajar en el comportamiento que se deriva de ellas. Así, ayudaremos a los niños a no actuar impulsivamente, pero tampoco con compulsividad o ligereza.
Uso de la empatía
Para enseñar a los niños a reconocer sus emociones, gestionarlas y adquirir inteligencia, tenemos que mantener nuestra empatía activada. Hay que saber cómo se siente el niño y qué mecanismos tiene según su edad para encauzar ese enorme torrente de emociones y sentimientos, que suelen ser muy volubles y poco controlados.
Es necesario conectar con el pequeño, saber cómo actuar, tratar de ponernos en su lugar y usar siempre la empatía, la paciencia y la compresión. Recuerda que lo que para ti puede ser nimio, tal vez para él resulte un problema mayúsculo. Respeta siempre al pequeño y crea el clima adecuado para establecer la comunicación correcta.
Cómo practicar la educación emocional infantil
Entre las actividades que la profesora Esther García recomienda para llevar a cabo una correcta educación emocional infantil, podemos destacar:
- Realizar dibujos expresivos emocionalmente.
- Redacción de diarios emocionales.
- Imitación de emociones.
- Identificación de emociones y localización de motivos de forma conjunta.
- Lecturas de textos y cuentos que permitan identificar emociones.
- Escuchar o tocar algún instrumento musical o el canto.
- Realizar juego compartido que ayude a mejorar la comunicación y la gestión de frustraciones.
- Potenciar el contacto físico entre los niños y sus mayores.
De una educación emocional infantil adecuada depende en gran medida la felicidad y bienestar de nuestros niños. Si aprenden a vivir con sus emociones y sentimientos más que con sus propiedades, estaremos formando personas más plenas, autónomas, responsables y alegres, lo que redunda en su beneficio y, por extensión, en el de todos.