Muchos de nuestros miedos y angustias aparecen en forma de malos sueños. La ciencia nos dice ahora que este seria un mecanismo psicológico para ayudarnos a enfrentar esos temores en la vida real. Lo analizamos a continuación.
Hay sueños que nos preparan para afrontar nuestros miedos. Ese universo onírico al que cada noche nos lleva nuestro cerebro cumple en ocasiones una finalidad que podríamos denominar casi terapéutica. Según estudios recientes, muchas de nuestras ansiedades y temores surgen en ese escenario inconsciente para ayudarnos a regular su impacto en la vida consciente.
El dato cuanto menos es llamativo. Por ejemplo, pensar que un mal sueño o incluso una pesadilla tenga un fin concreto para nuestro equilibrio, adaptación y bienestar es algo tan interesante como sorprendente. Sobre todo, porque pocas cosas resultan tan enigmáticas en el mundo de los sueños como esa dimensión que hasta no hace mucho escapaba por completo a nuestra comprensión.
Un ejemplo, a lo largo del siglo XVIII, los malos sueños se concebían como enfermedades de la mente, como esos estados donde se manifestaba el sufrimiento del ser humano. Esta idea ha ido cambiando con el tiempo. Así, en la actualidad, expertos en el tema como la doctora Deirdre Barrett, psicóloga clínica del Cambridge Health Alliance, los definen como respuestas emocionales que forman parte de nuestra evolución.
Se sabe que los niños de entre 3 y 6 años suelen sufrir un mayor número de pesadillas. El entorno para ellos está lleno de cosas que no entienden, de dimensiones que interpretan como amenazantes y que acaban apareciendo en sus sueños de manera aterradora. A medida que crecen y maduran, esos mundos oníricos angustiantes se van diluyendo.
Todos tenemos sueños que buscan ayudarnos a afrontar nuestros miedos
Dentro de la terapia cognitivo conductual, se suele utilizar un tipo de estrategia muy concreta para lograr que los pacientes reduzcan la intensidad de su respuesta emocional hacia ciertos miedos, fobias o situaciones que les generan un elevado estrés. Dicho enfoque es la terapia de exposición, en la cual se acerca de manera directa a la persona a ese foco de angustia. Son, eso sí, situaciones siempre muy controladas.
Curiosamente, todos nosotros venimos de fábrica con un mecanismo similar con el mismo fin, uno con el que ayudarnos a afrontar nuestros miedos. Es más, ese recurso tan propio del ser humano es incluso mucho más realista. Son, cómo no, los sueños. Quien más o quien menos ha tenido alguna experiencia en ese escenario onírico donde encontrarse frente a frente con sus miedos más cotidianos o más adversos.
Una entrevista de trabajo, un examen, subir a un avión, temor a ser abandonados o traicionados por la pareja, etc. Cada una de esas situaciones son para muchos, focos de auténtica angustia. El cerebro lo sabe, lo tiene presente y lo traslada a menudo expresamente hasta el tejido de los sueños con un fin adaptativo.
Lo que buscaría con ello, es exponernos a esos miedos para dar visibilidad a nuestro problema y empujarnos a resolverlo. No obstante, a menudo lo hace mediante complejas simbologías que no siempre son fáciles de desentrañar.
Los malos sueños (y no las pesadillas) serían nuestros aliados terapéuticos
Tal vez cueste creerlo. Pensar que nuestros malos sueños tendrían la función de ayudarnos a afrontar nuestros miedos es complicado de aceptar por varias razones. La primera, porque los sueños desagradables generan malestar y no es fácil asumir que algo así nos pueda ayudar en algo.
En segundo lugar, hay otra circunstancia y es que muchos de nosotros no recordamos nuestros sueños. Entonces… ¿cómo se explica esa finalidad? El año pasado se publicó un interesante estudio llevado a cabo en la Universidad de Ginebra, en los Hospitales Universitarios de Ginebra (HUG) y también en la Universidad de Wisconsin (EE.UU).
Algo que pudo verse a través de una larga investigación es que los malos activan de manera intensa nuestra amígdala cerebral, esa estructura encargada de generar la sensación de miedo y alarma. En este estudio se entrenó a los participantes a que apuntaran sus sueños cada noche e intentaran entenderlos, darles un significado.
Muchos de esos malos sueños se relacionaban con problemas reales, con situaciones de estrés o angustia. El simple hecho de comprender el mensaje de esos sueños les ayudaba a reducir la carga emocional. También, a desarrollar estrategias de afrontamiento.
Ahora bien, los responsables del estudio matizan: las pesadillas no cumplen el mismo fin. Estas, a diferencia de los malos sueños, donde el miedo es moderado, se definen por una intensidad excesiva de emociones, lo cual impacta de manera muy negativa en nosotros.
El mundo onírico, un espacio para vernos cara a cara y comprendernos
A raíz de este estudio, tal y como señala uno de sus investigadores, el doctor LamprosPerogamvros, un objetivo a plantear sería lograr que los sueños y su comprensión nos ayudasen a tratar también los trastornos de ansiedad. No sería ni mucho menos una forma de terapia exclusiva, sino una herramienta más con la que abordar el foco de los problemas, así como una forma de regular el impacto emocional.
De algún modo, esta idea encaja en lo que Carl Jung nos dijo una vez: el mundo inconsciente y el tejido de los sueños no buscan más que restaurar el equilibrio psicológico. Es un canal más que comprender y usar a nuestro favor. Se trataría, por tanto, de ir registrando nuestros malos sueños, entenderlos, aceptarlos e ir generando cambios en nuestra vida consciente para afrontar nuestros miedos.
Una tarea complicada pero interesante en la que bien merece la pena implicarse, no hay duda.
Por: Psicóloga Valeria Sabater