La mejor manera de enfrentar la viudedad es tratando de aceptar los hechos, sin caer en la tentación de volver una y otra vez al pasado para cambiar lo que ya no se puede modificar. También hay que incrementar el autocuidado y darle tiempo al tiempo.
La pérdida definitiva del cónyuge o del compañero o compañera sentimental es un tipo de duelo específico y complejo. Enfrentar la viudedad es un proceso difícil y que implica un gran cambio en nuestras expectativas y nuestro estilo de vida. Cuando se vive en pareja, quiera uno o no quiera, siempre se piensa y se vive en términos “de dos”. De repente, eso termina.
Como en todo duelo, no solo cuenta la pérdida en sí misma, sino también las circunstancias en la que esta se produce. Un reto es enfrentar la viudedad a los 30 años y otro muy diferente hacerlo a los 70. Así mismo, una cosa es perder definitivamente a la pareja después de un proceso de enfermedad y otra hacerlo cuando la muerte sobreviene de repente.
También influye, por supuesto, el vínculo que existía con el cónyuge. Paradójicamente, las relaciones de pareja más complicadas tienden a generar duelos más complejos. Enfrentar la viudedad sin haber resuelto problemas de fondo con la pareja introduce dificultades adicionales.
Los primeros sentimientos al enfrentar la viudedad
Usualmente lo primero que se experimenta al perder a la pareja es un profundo desconcierto. Este incluye sentimientos de negación, confusión e incredulidad. Cuando se pierde a alguien con quien convivimos cotidianamente y con el que, bien que mal, hemos construido un proyecto de vida, mucho de nosotros mismos muere también con esa persona.
Cada vez que muere alguien amado surge un vacío grande en nosotros y sentimos una profunda nostalgia por lo que fue y ya no es. Sin embargo, en el caso de la pareja, esto cobija hasta aspectos mínimos. Tenemos que volver a aprender cosas pequeñas, como a dormir sin el otro al lado, tomar decisiones familiares sin consultarle; incluso es difícil no tener a quien reñirle.
Por esa interdependencia, lo usual es que se experimente la sensación de no saber quién es uno mismo y no saber qué hacer de ahí en adelante. La presencia, y ahora la ausencia de esa persona, está en todas partes. Esto incrementa el desasosiego y la angustia. Por eso, esa primera etapa del duelo, no es nada fácil.
Los riesgos al enfrentar la viudedad
Hay personas que tienen un mayor riesgo de caer en duelo patológico al enfrentar la viudedad. Algunas características llevan a que sean particularmente vulnerables en estas circunstancias. Esos factores intensifican los sentimientos de minusvalía y hacen más difícil superar la pérdida.
Las características que determinan esa mayor vulnerabilidad son las siguientes:
- Nivel socioeconómico bajo o inestable. Si la persona tiene carencias económicas, muchas deudas o problemas financieros sin resolver, tenderá a sentir con mayor fuerza la pérdida de su cónyuge.
- Ausencia de familia cercana. La ausencia de una red familiar de apoyo incrementa el sentimiento de minusvalía.
- Relación de sumisión con el cónyuge. La confrontación súbita con la propia individualidad puede generar temores o sentimientos de incapacidad y abandono.
- Sentimientos ambivalentes frente al cónyuge. Esto hace más tortuoso el proceso de aceptar la pérdida.
- Introversión y timidez. Quienes tienen dificultades para expresar lo que sienten suelen hacer más difícil el duelo.
- Hijos pequeños. Cuando hay niños en plena crianza, enfrentar la viudedad es más complejo.
- Otros. Los sentimientos de culpa asociados al cónyuge, las muertes en circunstancias violentas, la desaparición del cadáver y los estados previos de depresión son factores que incrementan el riesgo de duelo patológico.
¿Qué hacer frente a la viudedad?
No existe la fórmula perfecta y puntual para enfrentar la viudedad, pero sí hay pautas de conducta que pueden ayudar en ese difícil trance. La primera de ellas es tratar de aceptar lo sucedido, sin alimentar ideas respecto a lo que ha podido ser diferente, frente a lo que se hizo o se dejó de hacer. Esas hipótesis no conducen a nada constructivo.
Hay que pensar que el duelo es un proceso largo que no se supera de un día para otro. Por lo mismo, debemos prepararnos para pasar un tiempo con los sentimientos de dolor presentes. No hay nada de malo en ello. De hecho, es importante aceptar y respetar el hecho de que estamos sufriendo. La tarea es incrementar el autocuidado: alimentarnos bien, hacer ejercicio, tratar de dormir lo suficiente, etc.
Es bueno hablar con amigos o familiares sobre el tema o participar en algún grupo de ayuda para personas que pasan por situaciones similares. De ser necesario, consultar con un psicólogo si vemos que el dolor es muy intenso y no logramos encontrar el camino para sortearlo. También es bueno hacerse un chequeo médico
No es bueno tomar decisiones importantes en el corto plazo. La vida ha cambiado y poco a poco vamos a encontrar la manera de adaptarnos a la nueva situación, pero las decisiones relevantes deben ser consecuencia de una reflexión pausada. Es bueno apoyarnos en actividades que nos gusten y en las personas que nos agraden. El duelo, necesita, entre otros elementos, tiempo.