Las relaciones de amor-odio pueden ser muy dañinas si no se saben atajar a tiempo. Pero, ¿por qué podemos llegar a sentir amor y odio hacia una misma persona? ¿Qué se esconde detrás de este doble sentimiento tan contrapuesto?
Las relaciones de amor-odio no son una excepción. Quizá de cara a la opinión pública, nadie admita que su relación está basada en un tanto por cierto de amor y otro tanto por ciento de odio. Por esta razón, y sobre todo, gracias al surgimiento de las redes sociales, la gran mayoría de relaciones parecen idílicas. Sin embargo, bajo la máscara de la felicidad, en muchas ocasiones se esconde un sentimiento contrapuesto de amor-odio.
Pero, ¿qué hay detrás de este tipo de relaciones de amor-odio? ¿Por qué podemos llegar a experimentar estos sentimientos tan contrapuestos? Quizá no es realmente amor uno de los componentes de la ecuación, quizá sea otra sensación, otra emoción, otro sentimiento. ¡Empecemos!.
Poco a poco
Al comienzo de la relación suelen vivirse momentos idílicos. Sin embargo, con el paso del tiempo, uno de los dos miembros comienza, por ejemplo, a hacer uso de ironías, sarcasmos, indirectas, etc. De esta forma, poco a poco, en la pareja que recibe este tipo de trato surge un sentimiento de contradicción. Por un lado, existe un sentimiento de amor, pero por otro, emerge otro sentimiento de aversión, de rabia, e incluso, de odio. En muchas ocasiones, la pareja no es consciente de la razón del surgimiento de este amor-odio.
Las relaciones de amor-odio comienzan de forma gradual. El miembro peor tratado también puede comenzar a adaptar su estilo de respuesta al de su pareja. Esto es, ya no sólo uno de ellos falta el respeto, sino que los dos acaban por tratarse de malas formas. La relación ha pasado a convertirse en una relación disfuncional. Es momento de analizar qué está pasando. La pregunta es, ¿de dónde surge el amor si también hay odio?
Amor y odio en un mismo espacio
En respuesta a la cuestión anterior, el amor puede surgir del recuerdo de los primeros momentos ideales de la pareja. “Antes era todo muy bonito, seguro que volverá a ser igual”, piensa mucha gente. Por otro lado, lo que mantiene muchas relaciones de amor-odio no es el amor, sino la dependencia. El amor inicial ha dado paso a la dependencia emocional, al apego hacia el otro.
Esta dependencia es la razón que dificulta, en gran medida, acabar con las relaciones de amor-odio. Sería más correcto denominarlas relaciones de dependencia-odio. Sumado a esto, se suele atribuir la causa de la infelicidad al otro: “no eres el que eras, ya no me haces feliz”. De esta forma, el sentimiento de odio aumenta, ya que consideramos que nuestra pareja es la causa de nuestra escasa felicidad.
No siempre es tan evidente
Por otro lado, también podemos encontrar parejas que no se faltan al respeto; sin embargo, existe una aversión latente entre ambos. Lo que en un inicio era ideal y nos ayudaba a crecer, con el tiempo se ha convertido en una especie aversión sin saber muy bien por qué.
Cuando comenzamos una relación, solemos idealizar al otro miembro. Con el paso del tiempo, comenzamos a ver y a tomar en consideración sus “defectos”, aquellos aspectos que menos nos agrandan. Poco a poco, empieza a molestarnos parte de su conducta, aunque ésta no nos resulte perjudicial.
Muchas personas se plantean: “si mi pareja no me ha hecho nada, ¿por qué no la aguanto? ¿Por qué me molesta todo de él o de ella? No lo entiendo…”. Este tipo de situaciones son un poco más complejas de analizar. Por un lado, nos aferramos a un recuerdo inicial ideal de nuestra pareja. Un recuerdo que creemos que volverá algún día. Obviamos el factor del cambio, es decir, todos cambiamos con el tiempo.
Por otro lado, acabamos por darnos cuenta de que estamos con alguien con el que no nos sentimos compenetrados.
La relación comienza de forma fugaz y todo se pasa por alto. El enamoramiento da paso al amor, ambas personas se empiezan a conocer, llegando el momento en el que se dan cuenta de que no son compatibles.
Sin embargo, donde en principio había amor, de nuevo nos encontramos con la dependencia. Y esta dependencia es la que dificulta poner fin a una relación: “ni contigo, ni sin ti”. Ninguno está satisfecho con la relación, pero son incapaces de ponerle un punto y final.
Relaciones de amor-odio, más fácil de lo que parece
Acabar con una relación de amor-odio es más fácil de lo que parece. Se nos inculca que del amor al odio hay un paso. Sin embargo, nosotros poseemos la capacidad para decidir no odiar. En el primero de los casos, cuando ambos miembros de la pareja comienzan a faltarse al respeto, lo más sincero es acudir a un profesional o acabar la relación; el amor ha sido relegado a un segundo plano y sólo quedan malos modos y dependencia.
En el segundo caso, en lugar de odiar a nuestra pareja porque no nos haga felices, lo más sano es reconocer que no tiene la obligación de cumplir nuestras expectativas. De esta forma, podemos intentar aceptar a nuestra pareja tal como es o tomar alguna decisión sobre el devenir de la pareja.
Antes de comenzar una relación, lo ideal sería mantener un punto de prudencia a la hora de generar expectativas; de esta forma sería más complicado llegar a sentirnos engañados cuando no las cumpla. Por otro lado, si mantenemos la capacidad de disfrutar de la soledad, seremos más resistentes a la hora de generar una dependencia.
Así, si sabemos estar a solas con nosotros mismos, a medida que avance la relación, será más fácil aceptar al otro tal cual es, con sus virtudes y sus defectos y será más complicado caer en relaciones de amor-odio. Al saber estar con nosotros mismos y no crearnos unas férreas expectativas de la otra persona, seremos más libres para apreciar y aceptarla.
Por: Francisco Javier Molas López