Todos tenemos un estilo de relacionarnos y ese estilo varía en función del nivel de confianza en el que situemos a esas personas con las que interactuamos. Este estilo, forma o tendencia está muy relacionada con el apego.
Lo cierto es que, en nuestra infancia, todos contamos con una serie de modelos que nos enseñaron, en parte, qué pueden esperar los demás de nosotros y qué podemos esperar de los demás. Una enseñanza que suele dejar huella, influyendo de manera significativa en nuestra manera de “apegarnos” a los demás.
¿Necesitas la aprobación de los demás para entender que has hecho algo bueno o muestras de afecto de aquellos que te quieren para sentirte seguro en la relación? ¿Te sientes de alguna forma abandonado cada vez que tu pareja sale con sus amigos o pide tiempo para estar solo? ¿Crees que sufres por celos en tu relación? ¿Te cuesta abrirte a nuevas personas o salir de tu espacio de rutina? Detrás de todas estas preguntas está la importancia del apego.
El apego, nuestro estilo de apego, engloba la manera en la que forjamos y cuidamos nuestras relaciones. El apego identifica la manera en la que nos relacionamos con nuestros seres queridos o en la que incluimos a alguien en nuestro círculo de confianza. Está muy relacionado con nuestra tendencia a dar o a aceptar lo que los demás nos ofrecen. También con nuestra tendencia a la sospecha o a protegernos en el ámbito social.
A continuación haremos un recorrido para descubrir la importancia del apego en nuestras vidas. Profundicemos.
Experimento de M. Ainsworth y el apego
En 1954, Mary Ainsworth hizo uno de los experimentos más singulares y notables de la historia de la psicología. Sería bautizado como “el experimento de la situación extraña” y el objetivo al hacerlo era comprobar cómo los bebés se relacionaban con la figura de cuidador principal y analizar con ello la conducta exploratoria del bebé en su presencia o ausencia. El vínculo que habían creado previamente la figura de apego y los bebés es lo que se reflejaría en esta situación.
Estas interacciones dieron lugar a la definición de cuatro tipos de apego. Apego seguro, apego ansioso, apego evasivo y apego desorganizado, este último incluyendo todas aquellas conductas “anormales” y difíciles de encajar en los otros grupos. El apego seguro se relacionó con aquellos niños que jugaban en el lugar desconocido tranquilamente, tanto en presencia como en ausencia de su cuidador principal. Además, no mostraban una gran ansiedad cuando este se marchaba.
El apego ansioso se identificó en aquellos niños que sentían una gran ansiedad cuando la persona de confianza que estaba en la misma sala que ellos se marchaba. Esto lo vemos porque interrumpía de manera prologada el juego, cesaba en sus conductas de exploración y fijaba su mirada, emitiendo gestos de protestas, en el lugar por el que su cuidador había salido. Hablamos de un apego dependiente.
A diferencia de estos, los pequeños que mostraron apego evasivo, tal y como su nombre anuncia, no hicieron apenas caso a la presencia de la madre en la habitación y no mostraron ningún tipo de reacción cuando esta volvió. De alguna manera, es como si fueran indiferentes a su presencia o ausencia.
¿Cómo se refleja la importancia del apego en el adulto?
Aquellos afortunados que hayan creado buenas relaciones de apegocon sus figuras de referencia, contando con buenos modelos además en el campo de la interacción social, tienden a mostrar esta misma habilidad en la etapa adulta.
No entregan su confianza en un primer contacto, pero la depositan con alegría en aquellas personas que se la ganan. Esto hace que disfruten de relaciones profundas y cargadas complicidad. Son capaces de hacer planes, de apostar con ellos y además entienden que hay momentos en los que la escala de prioridades de los demás varía y tienen que dedicar su atención a otras personas o actividades que no son ellos. Disfrutan del contacto, pero no viven la falta del mismo con ansiedad.
La importancia del apego es grande en la infancia, y como hemos visto, también puede serlo más allá de sus fronteras. Sin embargo, esto no quiere decir que estemos condenados a repetir una y otra vez la misma forma de “apegarnos”. No haber contado con buenos modelos o no haber establecido relaciones en base a patrones de confianza no significa que no podríamos aprender más tarde (y al revés).
En este sentido, con cada relación que mantenemos o generamos tenemos una nueva oportunidad para actualizar nuestro estilo de apego, un hecho esperanzador teniendo en cuenta que el apego es básico en nuestra forma de amar y sentirnos amados.